Cáscaras, los últimos relatos de Juan José Delgado

Víctor Álamo de la Rosa

Tres meses antes del óbito del escritor, salía de imprenta, gracias a Tito, el ejemplar editor de la editorial Baile del Sol, Cáscaras, el último libro de Juan José Delgado (1949-2017). Estamos ante un volumen donde el autor agavilla veintidós relatos, de variable extensión, pues incluye hasta un microcuento. Juan José Delgado publicó cuatro novelas, cinco libros de poesía, dos libros de cuentos y numerosos ensayos, artículos, reseñas y antologías de gran importancia para poder cartografiar críticamente la literatura canaria, desde Galdós a nuestros días.

Vamos, sin embargo, antes de abordar un poco más en profundidad su último y poliédrico libro, a tratar de contextualizar su producción. Las novelas de Juan José Delgado, Canto de verdugo y ajusticiados, Viaje a las tierras perdidas, La fiesta de los infiernos y La trama del arquitecto podrían situarse dentro del alegorismo narrativo que tanto le interesó también desde la vertiente ensayística, como atestiguan sus trabajos sobre obras tan emblemáticas como La caverna de Saramago o La carretera, de Cormac McCarthy. Sus poemarios, con una escritura trabajada con filigrana de orfebre, son Siete gritos favorables bajo las nubes, Comensales del cuervo, Un espacio bajo el día, El libro de la intemperie y Los cielos que escalamos. El sello de las vanguardias está presente, sobre todo en la original adjetivación y en las imágenes, pero, sobre todo en sus últimos poemas, hay una preocupación social que se hace más que evidente en los textos que dedica por ejemplo al fenómeno del terrorismo. Sus relatos, sin embargo, que solo reunió en Estantigua y Cáscaras, el primero de 1988 y el segundo de este mismo 2017 son, a mi modo de ver, una perfecta simbiosis a pequeña escala de sus intereses literarios y, en cierto sentido, campo de experimentación de su propia escritura. Encontramos en sus cuentos unos relatos mucho más cercanos a lo poético, pero también otros que se erigen a partir de alegorías narrativas y distopías y, finalmente, otros cuentos donde su propio conocimiento de la literatura le sirve como detonante para la anécdota narrativa que nos contará, es decir, para arbolar un argumento y empezar a contar.

 

El ejemplo perfecto de lo que expongo es Cáscaras, un libro extraordinario, donde el lector puede saltar de relato en relato hallando precisamente esta variedad de intereses literarios que fecundó la obra de Juan José Delgado. De su profundo conocimiento de la literatura surgen relatos como los titulados Estimado Sr. Mann, Doble ausencia en la casa Hawthorne, Mon Coeur o Crimen y castigo, unos títulos que ya desvelan ese otro nivel de lectura, más metaliterario, pues el relato no solo relata sino que indaga en aristas de las obras totémicas de escritores como Thomas Mann, Dostoyevsky, Paul Verlaine o Hawthorne. No exagero ni un ápice, y de ahí que les invite a su lectura urgente, si escribo que por ejemplo Estimado Sr. Mann y Doble ausencia en la casa Hawthorne son dos obras maestras del género. Delgado elige la forma de una carta para construir su relato Estimado Sr. Mann y, conforme nos adentramos en la lectura, descubriremos que la voz narrativa que suplanta el escritor canario es la del propio Hans Castorp, principal personaje de la fascinante novela del escritor alemán. Estos juegos metaliterarios alimentan varios relatos pero no crea el lector que sin esos conocimientos previos se perderá en el ovillo del interés del cuento. Para nada. Son mecanismos narrativos tan bien construidos que tampoco importa no tener esos conocimientos literarios previos para disfrutar de la lectura. Se trata de relatos donde el autor, aunque engañe con sucesivos espejos, nunca olvida la construcción de un personaje o el relato de una anécdota con suficiente chicha narrativa, aunque el personaje sea invento de otro y Juan José Delgado lo haga suyo, caso del mismísimo Hans Castorp.

 

En otros cuentos, como Abecediario, Las oposiciones, La cometa del obispo, el lector descubrirá un tono de ácida ironía del que no saldrá ileso, pues bajo ese disfraz bromista Juan José Delgado se mete con los temas más presuntamente serios, como el amor y la muerte. El escritor, que durante las últimas décadas de su vida sufrió los extraños padecimientos del insomnio, dedica, cómo no, uno de sus relatos a desentrañar su naturaleza, convirtiendo al insomnio en personaje, narrándonos esa travesía loca que va desde que la noche se cierne, globo oscuro, a las primeras hebras de la claridad mañanera. En el relato el personaje urdirá un plan para salir a cazar a Insomnio.

 

Temas de corte más social, como las drogas, los okupas o los desahucios centran otros relatos del libro. Con una mirada que acribilla, el escritor se adentra inmisericorde en la denuncia social, con cuchillo carnicero, y también entre estos textos se encuentran mis preferidos porque pareciera que cuanto más violenta el tema que aborda más poética, literaria, intensa, se hace la escritura, el estilo. Ese contraste, la cotidianidad del tema denunciado, drogas, desahucios, con ese estilo sorprendente de Juan José Delgado, impregnado de imágenes ocurrentes y nuevas, dotan al cuento de una gran fuerza literaria. Es el caso de por ejemplo Una casa en la falda de una colina, donde asistimos al peregrinar de un anciano que por fin okupa la casa de sus sueños al mismo tiempo que descubrimos que desde joven hacerse con esa mansión al pie de una montaña había sido el motor de su vida. Los sueños nos sirven para vivir.

 

Cáscaras es un libro que aglutina y resume las preocupaciones literarias de Juan José Delgado, ya lo dije, de ahí que pueda ser un volumen ideal para adentrarse en su universo sobre todo para quienes no han tenido la suerte o el interés de crecer en sus libros. El estilo del escritor es apasionante, original, casi diría que leerlo es un continuo aprendizaje para quienes nos gusta escribir, sobre todo porque siempre encuentra otros modos y maneras de reescribir los temas más trillados, como el amor, la belleza de la mujer, el sexo. Véase un ejemplo, extraído del cuento Abecediario, donde una novia le pide al novio que sea capaz de regalarle todas las letras de su nombre, Beatriz. El novio aguarda en una terraza mientras fuma y toma café. Beatriz llega. El narrador escribe: “Ella sobre su alto tacón; ella con largas piernas enfundadas en seda negra hasta los muslos; ella con las caderas prietas en una falda cortiverde, muy muy cortiverde; ella y sus dos pechos, su cuello para besarlo; ella hechicera y sabedora de su poder absorbente pues consigue siempre llevarse con ella todas mis moléculas y levantarme la fluida cafeína de la mañana”. La creación de neologismos, como “cortiverde” en este caso, las aliteraciones, la adjetivación pero, sobre todo, la sintaxis diferente del escritor, revelan un estilo muy atento a la búsqueda de otros caminos para decir las cosas. No se escribe (tampoco narrativa) de un modo en que la prosa se vaya acabando plana, sin recovecos sugerentes o sorpresivos, sin sabrosa diferencia. Para eso ya están los aburridos bestselleruchos de corta y pega que parecieran escritos por ordenadores siguiendo las pautas de seres clonados. Los libros de Juan José Delgado son literarios, en todos los sentidos de la palabra y creo no equivocarme si afirmo que en ello estriba una secreta reivindicación de la necesidad de que la literatura vuelva a hablar alto y claro y recupere lectores menos perezosos de nuevo dispuestos a dejarse sacudir por el susto amable, feliz y reconfortante del arte. Toca leer, volver a sentar a la literatura en su trono humanista.

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