Alejandra Pizarnik. Antología Mínima (II)

Alejandra Pizarnik. Selección de Javier Izquierdo Reyes

Cantora nocturna

 

Joe, macht die Musik von damals nacht...

 

La que murió de su vestido azul está cantando. Canta imbuida de muerte al sol de su ebriedad. Adentro de su canción hay un vestido azul, hay un caballo blanco, hay un corazón verde tatuado con los ecos de los latidos de su corazón muerto. Expuesta a todas las perdiciones, ella canta junto a una niña extraviada que es ella: su amuleto de la buena suerte. Y a pesar de la niebla verde en los labios y del frío gris en los ojos, su voz corroe la distancia que se abre entre la sed y la mano que busca el vaso. Ella canta.

 

Un sueño donde el silencio es de oro

 

El perro del invierno dentellea mi sonrisa. Fue en el puente. Yo estaba desnuda y llevaba un sombrero con flores y arrastraba mi cadáver también desnudo y con un sombrero de hojas secas.

He reunido muchos amores -dije- pero el más hermoso fue mi amor por los espejos.

 

 

Fragmentos para dominar al silencio

I

Las fuerzas del lenguaje son las damas solitarias, desoladas, que cantan a través de mi voz que escucho a lo lejos. Y lejos, en la negra arena, yace una niña densa de música ancestral. ¿Dónde la verdadera muerte? He querido iluminarme a la luz de mi falta de luz. Los ramos se mueren en la memoria. La yacente anida en mí con su máscara de loba. La que no pudo más e imploró llamas y ardimos.

II

Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado y las palabras no guarecen, yo hablo.

Las damas de rojo se extraviaron dentro de sus máscaras aunque regresarán para sollozar entre flores.

No es muda la muerte. Escucho el canto de los enlutados sellas las hendiduras del silencio. Escucho tu dulcísimo llanto florecer mi silencio gris.



III

La muerte ha restituido al silencio su prestigio hechizante. Y yo no diré mi poema y yo he de decirlo. Aun si el poema (aquí, ahora) no tiene sentido, no tiene destino.



De Caminos del espejo



XII

 

Pero el silencio es cierto. Por eso escribo. Estoy sola y escribo. No, no estoy sola. Hay alguien aquí que tiembla.

 

XIII



Aun si digo sol y luna y estrella me refiero a cosas que me suceden. ¿Y qué deseaba yo?

Deseaba un silencio perfecto.

Por eso hablo.

 

XV

 

Delicia de perderse en la imagen presentida. Yo me levanté de mi cadáver, yo fui en busca de quien soy. Peregrina de mí, he ido hacia la que duerme en un país al viento.


XVII

 

Algo caía en el silencio. Mi última palabra fue yo pero me refería al alba luminosa.



Extracción de la piedra de la locura (fragmento)

La luz mala se ha avecinado y nada es cierto. Y si pienso en todo lo que leí acerca del espíritu... Cerré los ojos, vi cuerpos luminosos que giraban en la niebla, en el lugar de las ambiguas vecindades. No temas, nada te sobrevendrá, ya no hay violadores de tumbas. El silencio, el silencio siempre, las monedas de oro del sueño.

Hablo como en mí se habla. No mi voz obstinada en parecer una voz humana sino la otra que atestigua que no he cesado de morar en el bosque.

Si vieras a la que sin ti duerme en un jardín en ruinas en la memoria. Allí yo, ebria de mil muertes, hablo de mí conmigo sólo por saber si es verdad que estoy debajo de la hierba. No sé los nombres. ¿A quién le dirás que no sabes? Te deseas otra. La otra que eres se desea otra. ¿Qué pasa en la verde alameda? Pasa que no es verde y ni siquiera hay una alameda. Y ahora juegas a ser esclava para ocultar tu corona ¿otorgada por quién?, ¿quién te a ungido?, ¿quién te ha consagrado? El invisible pueblo de la memoria más vieja. Perdida por propio designio, has renunciado a tu reino por las cenizas. Quien te hace doler te recuerda antiguos homenajes. No obstante, lloras funestamente y evocas tu locura y hasta quisieras extraerla de ti como si fuese una piedra, a ella, tu solo privilegio. En un muro blanco dibujas las alegorías del reposo, y es siempre una reina loca que yace bajo la luna sobre la triste hierba del viejo jardín. Pero no hables de los jardines, no hables de la luna, no hables de la rosa, no hables del mar. Habla de lo que sabes. Habla de lo que vibra en tu médula y hace luces y sombras en tu mirada, habla del dolor incesante de tus huesos, habla del vértigo, habla de tu respiración, de tu desolación, de tu traición. Es tan oscuro, tan en silencio el proceso a que me obligo. Oh habla del silencio.

La extracción de la piedra de la locura (1968)

 

Aprendizaje

 

Admire sólo la ejecución de los muñecos —dijo.

Cuanto más los miraba, más fuerte era mi certidumbre de que nunca formularía, en mis poemas, signos iguales o parecidos a los que emitían esos muñecos. Y en verdad, ¿cómo comparar una paciente serie de pequeños actos con el impulso desenfrenado de la materia verbal errante?

Ya no hay más nombres —dije a la loca.

Si se queda unos años en el hospicio, le enseñaré a hacer muñecos como estos —dijo.

¿Acaso es nada la vida? ¿Por qué conceder tanto tiempo a tan inútil aprendizaje?

No quiero quedarme —dije—. De lo que se llama la locura, he oído hablar, como todo el mundo, pero no basta querer estar loca.

Se señaló a sí misma.

No la abandone. No la deje sola.

Empezamos a llorar. Entró el médico. La señalé a ella y dije:

Lo he dado todo y ahora me dejan sola.

Así aprendí cómo se hace un muñeco. Pero ustedes admiren sólo la ejecución de los muñecos.

 

(Probablemente 1970)

 

DIVERSIONES PÚBICAS

 

Como Jesús y Judas, qué amigos eran, iban a ver las series del brazo y tomaban helado del mismo cucurucho como Lavoisier y Lavater.

---

 

En Colombia un señor me dijo:

-En Colombia al loro le decimos panchana.

Le pregunte:

-¿Y a la panchana?

-Pues loro, carajo -dijo el señor.

---

 

Tu rosa es rosa.

Mi rosa, no sé.

 

GERTRUDE STEIN

---

 

Turbada, la enturbanada se masturbó.

---

 

TOTAL ESTOY = TOLSTOY

---

 

Felicite en fellatio.

---

 

Estoy satisfehaciente, mucha Grecia.

---

 

Hay c6lera en el destino puesto que se acerca ...

-Sacha, no jodas. Deja que empiece el cuento:

---

 

Resulta que la mina se fue a nueva york por un día. Si algún lector preguntase: ¿y qué carajos hizo en nueva york?, nosotros le diremos, redimiéndolo y remendándolo:

Resulta que fue a la capital del cheque pues habíase metejoneado con un cregyman de pito arromadizo. Cuando la Coja Ensimismada le oyó cantar algo sobre un hormiguero de percherones en la sangre, se rió con rara risa, la que turbó a las damas por un nosé qué de ¿cómo seguir?, y sobre todo, ¿para qué?

-¿Quiere Vd.? -dijo el cregyman.

-Te la doy es la única locución for me y no hay tu tía, ¿you cojesme? -dijo Miss Coje y dejáte de joder.

El canalla del capitán, vestido de canillita, risueño cual cigüeña, saltó como un gorrión y gritó al pasajero pajero: «el Danubio entr6 en erección».

 

Yo ... mi muerte ... la matadora que viene de la lejanía.

¿Y cuándo vendrá lo que esperamos? ¿Cuándo dejaremos de huir?

 

NO SEAS BOLUDA, SACHA

 

Prosternándose frente a la Ulalume pampeana, hablóla el clererguido:

-Miss Coja, que nuestros nietos -que hoy encargaremos sin falta- no digan, al ver nuestros retratos: «Estos mierdas fueron dos titubeantes que la cagaron a la hora de la sonatina. Poco le prometo; soy hombre de mucho cogollo, pero no me las doy de gallo, ¿entendés, carita de ganzúa?

Tengo miedo.

 

---

 

A pesar de todo la divina comedia continúa representándose en los bajos fondos de la vidurria. Por tanto les digo, lectores hinchas, que si me siguen leyendo tan atentamente dejo de escribir. En fin, al menos disimulen.

Prosigo. La Coja cojeó de cujus hasta no dejar títere con cabeza. 28 veces por día corríase al camierdote del cogyman quien acto seguido le daba tarros de alpiste para que la cojtorra le acariciase el canario percherón al susobicho.

Los amantes parecían, abrazados, una urna electoral. Por desgracia hicieron un batuque de la maroshka y tuvieron que sacarlos a patadas con cotorra y todo. Pero la coja no se amedrentó por unas pinceladas superculíferas y otras nietzschedades.

 

¿Debo agradecer o maldecir esta circunstancia de poder sentir todavía amor a pesar de tanta desdicha?

 

Sacha, no jodas.

 

---

 

-Bueno, aprovechando el quid pro quo se disfrazaron de silla papal, con lo cual andaban dinoche y nodía de cújito turral hasta que el otario alcanz6 el pedigree de 78.

-¡78! -exclam6 Pesta Chesterfield tentando con un lápiz de carpintero la perla que sabemos.

Nadie la repudió pues nadie la reconoció, vestida como estaba de mujer-sandwich (así como Bosta Eatson de hombre-pancho y de mujer-berro).

(En Jaén, las risueñas cigüeñas saltaron en sueños como.)

Hicieron un baile de presentación de las niñas de sus ojos en saciedad a pene ficticio de las óptimas del desartre. El vivarabicho Clergy aprovechó dicha coyuntura para encajamarle una peneliza a la culona que la dejó meando fuera del tero (como un tarro) y gripando como el loro pando de Pandora, la dorada Pavlova que gracias a Pavlov pudo darse una ducha en Cucha-Cucha.

Dijo el que poluciona a cuadritos:

-¡Basta de malentendidos, pedazo de wittgenstein! Ella me la da en Alabama de mi flauta y el canario se me malentiende (no entiendo nada).

En cuanto a ella, dulce como una boa, digo como una cabra, y enredada a su mishín como una cobra, parecía Catalina de Prusia poniéndose Hodorono Rivadavia en las supersticiosas axilas que comentaremos exhaustivamente el año pr6ximo pues razones ajenas a nuestra voluntad impiden un desarrollo conspicuo y pingüe del tema.

En fin, quécarajo, le dio una biaba que arrastró con el Papa, con la pluma y con la concha de tu hermana, hypocrite lecteur, mon semblable, mon frére...

 

Hilda la polígrafa o La bucanera de Pernambuco (1970)

 

Piedra fundamental (fragmento)

 

No puedo hablar con mi voz sino con mis voces.

 

Sus ojos eran la entrada del templo, para mí, que soy errante, que amo y muero. Y hubiese cantado hasta hacerme una con la noche, hasta deshacerme desnuda en la entrada del tiempo.

 

Un canto que atravieso como un túnel.

 

Presencias inquietantes,

gestos de figuras que se aparecen vivientes por obra de un lenguaje que las alude,

signos que insinúan terrores insolubles

 

Una vibración de los cimientos, un trepidar de los fundamentos, drenan y barrenan,

y he sabido dónde se aposenta aquello tan otro que es yo, que espera que me calle para tomar posesión de mí y drenar y barrenar los cimientos, los fundamentos,

aquello me es adverso desde mí, conspira, toma posesión de mi terreno baldío,

no,

he de hacer algo,

no,

no he de hacer nada,

 

algo en mí no se abandona a la cascada de cenizas que me arrasa dentro de mí con ella que es yo, conmigo que soy ella y que soy yo, indeciblemente distinta de ella.

 

En el silencio mismo (no en el mismo silencio) tragar noche, una noche inmensa inmersa en el sigilo de los pasos perdidos

 

No puedo hablar para nada decir. Por eso nos perdemos, yo y el poema, en la tentativa inútil de trancribir relaciones ardientes

 

¿A dónde la conduce esta escritura? A lo negro, a lo estéril, a lo fragmentado

 

 

Los poseídos entre lilas

 

III

 

Voces, rumores, sombras, cantos de ahogados: no sé si son signos o una tortura. Alguien demora en el jardín el paso del tiempo. Y las criaturas del otoño abandonadas al silencio.


Yo estaba predestinada a nombrar las cosas con nombres esenciales. Yo ya no existo y lo sé; lo que no sé es que vive en lugar mío. Pierdo la razón si hablo, pierdo los años si callo. Un viento violento arrasó con todo. Y no haber podido hablar por todos aquellos que olvidaron el canto.

 

IV

 

Alguna vez, tal vez, encontraremos refugio en la realidad verdadera. Entretanto ¿puedo decir hasta qué punto estoy en contra?

 

Te hablo de la soledad mortal. Hay cólera en el destino porque se acerca, entre las arenas y piedras, el lobo gris. ¿Y entonces? Porque romperá todas las puertas, porque sacará afuera a los muertos para que devoren a los vivos, para que sólo haya muertos y los vivos desaparezcan. No tengas miedo del lobo gris. Yo lo nombré para comprobar que existe y porque hay una voluptuosidad inadjetivable en el hecho de comprobar.

 

Las palabras hubieran podido salvarme, pero estoy demasiado viviente. No, no quiero cantar muerte. Mi muerte... el lobo gris... la matadora que viene de la lejanía... ¿No hay un alma viva en esta ciudad? Porque ustedes están muertos. ¿Y qué espera puede convertirse en esperanza si están todos muertos? ¿Y cuándo vendrá lo que esperamos? ¿Cuándo dejaremos de huir? ¿Cuándo ocurrirá todo esto? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Cuánto? ¿Por qué? ¿Para quién?

 

El infierno musical (1971)

 

 

Los pequeños cantos

 

III

 

el centro
de un poema
es otro poema
el centro del centro
es la ausencia


en el centro de la ausencia
mi sombra es el centro
del centro del poema

 

(1971)

 

 

 

Para Janis Joplin

 

(Fragmento)

a cantar dulce y a morirse luego
no:
a ladrar.

así como duerme la gitana de Rousseau
así cantás, más las lecciones de terror.

hay que llorar hasta romperse
para crear o decir una pequeña canción,
gritar tanto para cubrir los agujeros de la ausencia
eso hiciste vos, eso yo.

me pregunto si eso no aumentó el error.

hiciste bien en morir.
por eso te hablo,
por eso me confío a una niña monstruo.

(1972)

Escribir comentario

Comentarios: 0