Paula R. Mederos
Alejandra es, con una belleza incalculable, ese mirarse a los espejos cubiertos con una sábana. La venda que impone en sus ojos creyendo que son los otros quienes no pueden verla.
La noche rompiendo el llanto. El día limpiando ceniza.
'Una especie de abandono insalvable.'
Alejandra está cansada de estar cansada de este mundo, que aún gira, a pesar de su ajetreo.
Contra todo pronóstico, su peso no ha hecho que su eje ceda.
Y Alejandra se abandona todo el tiempo.
'Hay días en que quisiera irme al viento.'
¿Quién podría evitar su partida?
Esa manera de lanzarse al abismo, sin posibilidad de atraparla.
'Vida, mi vida, ¿qué has hecho de mi vida?'
Como si fuera invisible, se siente tan frágil y tan fuerte, como una hormiga preparándose para el invierno. Y así entiende ella la vida: con el temor de que alguien pudiera aplastarte con un dedo, y la certeza de que podrías soportarlo.
Alejandra es la inocencia que te devuelve el ser consciente de todo.
La lucidez extrema sin dejar de ser una niña.
La pasión de quien entrega la piel para poder verse desnuda.
'Y me digo por qué no coloco el libro en un plato y me lo como.'
Como si de una enfermedad se tratase, Alejandra se enfrenta al mundo observándolo.
Esa es su venganza y su regalo: cuidar de la palabra.
Alejarse del tumulto para intuir lo que calla con su ruido.
'Más que morir, quiero irme. Irme a las infinitas inexistencias.'
Sentirse de otra materia.
Sentirse triste, como sólo pueden serlo las personas sensibles.
Sentirse triste, como solo se puede ser.
La ternura de quien vive por y para ser conmovido con todo lo que le rodea. Aunque le duela hasta el extremo.
'No quiero ir más que hasta el fondo.'
No comprender nada la vida, y por eso querer marcharse.
Comprender tanto la vida, y por eso querer marcharse.
Alejandra es una carta de despedida.
'Explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco llevándome.'
Porque decir más, es decir nada.
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