Carina Sedevich. Seis poemas

Carina Sedevich

Esposos

En diez palabras nos decimos todo:
quince años de esta vida,
tres reencarnaciones.

También los pájaros
que habitan en la orilla
comprenden cómo el mar
ocurre en el océano. 


Amor

De una materia turbia y demorada
son los días.

La ternura es posible
y la tristeza
un pan administrado con justicia.

(Ambos poemas pertenecen al libro Klimt, Suburbia Ediciones, Gijón, España, 2015 / Club Hem Editores, La Plata, Argentina, 2015)


Con una gota de agua puede empezar el invierno.

*

Un hombre pasa a mi lado.
Se te parece.
Fuma.
Es de piedra mojada
el paño gris de su saco.
Huele a sombra de pino
su barba pura.  
  
*

Sonrío en mi falaz evocación.
La escarcha vive cuando el sol la tornasola.

(Poema del libro Un cardo ruso, Ediciones del Movimiento, Maracaibo, Venezuela, 2016)


Unas láminas de sarro se desprenden
y golpean las paredes de mi jarra.

Pienso en brillantes filamentos de mica
ocultos en la arena de los ríos.

Pienso en las mangas mojadas
que los poetas chinos
prefieren nombrar para no hablar
de sus lágrimas.

(Poema del libro Gibraltar, Dínamo Poético Editorial, Córdoba, Argentina, 2015)


Víspera de Navidad, junto al río


No te merecí. Pero recuerdo tus brazos
como el viejo que evoca un paraje querido
en el que anduvo durante muchos años,
mudo, como transita uno las certezas.

No te merecí. Pero recuerdo tus brazos
tan pálidos, tus dulces vellos oscuros.

(Poema del libro Cuadernos de Lolog, Pasto Ediciones, Córdoba, Argentina, 2016)


Enciendo la lámpara de sal de la montaña
junto a mi cama.
Me suelto el pelo
recordando las canas invisibles.
Me acuesto entre las sábanas de hilo
con la bata dorada de la China.
Debajo mi piel blanca no desea
ni en sus botones rosados
ni en sus lunares pálidos.
Sobre la almohada se escuchan mis anillos
porque está fresco, quizás,
y se afinaron mis dedos.
El oro, la plata, la amatista.
Afuera la noche se ha espesado
porque terminó la luna llena.
Empieza el mes que precede al invierno.

Qué ligera que soy sin tus deseos.

Qué dulce corre el alma
en mi esqueleto.
Qué cierta es esta cara y estos flancos
qué ciertos que son,
qué delicados.
Me admira mi gata, blanca y parda,
y yo la admiro a ella en su silencio.
Hasta el perfume rojo de las flores
tengo.

Qué ligera que soy sin mis deseos.

(Poema del libro Escribió Dickinson, Alción Editora, Córdoba, Argentina, 2014)

Escribir comentario

Comentarios: 0