"En el cuerpo negro de la noche" (Jakob van Hoddis y Georg Heym)

Mª Montserrat Armas Concepción

Ferdinand Hodler, La noche (1889-1890)
Ferdinand Hodler, La noche (1889-1890)

Jakob van Hoddis (seudónimo de Hans Davidsohn) nació el 16 de mayo de 1887 en Berlín. Su padre, un médico conservador, materialista y escéptico; su madre, una mujer idealista y cultivada. Griego y filosofía fueron los estudios que Van Hoddis realizó en Jena y Berlín. Junto con Kurt Hiller, Erwin Löwenson, David Baumgardt, Ernst Blass y otros, fundó en 1909 Der Neue Club: un pequeño grupo de debate que dio lugar al expresionista Neopathetisches Cabaret que tanto influyó en los berlineses, y donde jóvenes escritores declamaban sus obras ante el atento y participativo público, contribuyendo con ello a crear un mito de la ciudad de Berlín dentro y fuera de Alemania. Aquí entabla amistad con el poeta Georg Heym, cuya temprana muerte en 1912 conmovió profundamente a Van Hoddis. Fruto de esta relación surge este poema que Heym escribe en diciembre de 1910 y dedica al poeta amigo.

Para escribir este poema, Georg Heym se inspiró en el cuadro simbolista del pintor suizo Ferdinand Hodler titulado La noche. En él se entremezcla, igual que en el poema de Heym, el elemento místico, el tormento y el miedo ante la presencia de la muerte. 

LOS DURMIENTES

(Dedicado a Jakob van Hoddis)

 

Más oscuro aún sombrea el seno del agua.

Abajo, en lo profundo, arde una luz, una marca roja

En el cuerpo negro de la noche, donde sin límites

Se hunde el abismo. Y sobre el valle oscuro,

 

Con ala verde sobre la marea oscura

Aletea el sueño, el pico rojo oscuro,

Donde se marchita un lirio, el saludo de la noche,

La cabeza de un anciano amarilla y muerta.

 

Agita sus plumas como un pavo real.

Los sueños, como un soplo lila, pasan

En torno a su ala como rocío blanquecino.

Se sumerge en su nube, en el humo.

 

Los grandes árboles caminan por la noche

Con larga sombra que penetra en el corazón

Blanco de los durmientes; la luna helada los

Vigila, y gota a gota profundo vierte en la sangre

 

Sus venenos, como médico experimentado.

Extraños se hallan el uno del otro, mudos, en el odio

A los sueños oscuros, en la rabia oculta.

Y sus frentes se vuelven blanquecinas por el veneno.

 

El árbol de sombras se aferra a sus corazones

Y hunde sus raíces. Se eleva

Y los chupa. Ellos gimen de dolor.

El árbol se alza en la torre de la noche, en la puerta

 

Del silencio ciego. En sus ramas vuela

El sueño. Y su ala fría roza

La noche pesada, que se tiende sobre los durmientes.

Y sus frentes atormentadas se escarchan de blanco.

 

El árbol canta. Un sonido de violeta enfermiza

Choca con el espacio. La muerte camina. Vuelve a

Alisar algún que otro cabello. Una cruz, ceniza y grasa,

Así ella pinta sus frutos en el año marchito.

Jakob van Hoddis padeció esquizofrenia. Desde 1933 estuvo internado en una clínica psiquiátrica judía en Sayn, cerca de Coblenza. El 30 de abril de 1942, con el número 8, fue deportado por los nazis. Se desconoce la fecha exacta de su muerte.
Jakob van Hoddis padeció esquizofrenia. Desde 1933 estuvo internado en una clínica psiquiátrica judía en Sayn, cerca de Coblenza. El 30 de abril de 1942, con el número 8, fue deportado por los nazis. Se desconoce la fecha exacta de su muerte.

DIE SCHLÄFER

Jakob van Hoddis gewidmet

 

Es schattet dunkler noch des Wassers Schoss,

Tief unten brennt ein Licht, ein rotes Mal

Am schwarzen Leib der Nacht, wo bodenlos

Die Tiefe sinkt. Und auf dem dunklen Tal,

 

Mit grünem Fittich auf der dunklen Flut

Flattert der Schlaf, der Schnabel dunkelrot,

Drin eine Lilie welkt, der Nacht Salut,

Den Kopf von einem Greise gelb und tot.

 

Er schüttelt seine Federn wie ein Pfau.

Die Träume wandern wie ein lila Hauch

Um seine Schwinge, wie ein blasser Tau.

In ihre Wolke taucht er, in den Rauch.

 

Die grossen Bäume wandern durch die Nacht

Mit langem Schatten, der hinüber läuft

Ins weisse Herz der Schläfer, die bewacht

Der kalte Mond, der seine Gifte träuft

 

Wie ein erfahrner Artz tief in ihr Blut.

Sie liegen fremd einander, stumm, im Hass

Der dunklen Träume, in verborgner Wut.

Und ihre Stirn wird von den Giften blass.

 

Der Baum von Schatten klammert um ihr Herz

Und senkt die Wurzeln ein. Er steigt empor

Und saugt sie aus. Sie stöhnen auf vor Schmerz.

Er ragt herauf, am Turm der Nacht, am Tor

 

Der blinden Stille. In die Zweige fliegt

Der Schlaf. Und seine kalte Schwinge streift

Die schwere Nacht, die auf den Schläfern liegt

Und ihre Stirn mit Qualen weiss bereift.

 

Er singt. Ein Ton von krankem Violett

Stösst an den Raum. Der Tod geht. Manches Haar

Streicht er zurück. Ein Kreuz, Asche und Fett,

So malt er seine Frucht im welken Jahr.

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