Sara Garsía. Radiografía de lo real

Sara Garsía. Comentario Crítico de Daniel Bernal Suárez


Breve comentario crítico de Daniel Bernal Suárez

 

En la obra de la joven Sara Garsía (1995) que podemos contemplar en este número de Fogal, accedemos a un orbe caracterizado por el despojamiento, tanto por la predominancia del contraste en blanco y negro, como por el aislamiento objetual al que somete a las figuras o presencias captadas en sus fotografías. La centralidad de este aislamiento objetual conduce a un cierto grado de minimalismo expresivo. Sin embargo, el inteligente juego de contrastes denota una suerte de radiografía de lo real, reveladora de una suma entre la esencia y la sombra que subyace a cada figura, a cada ser, inanimado o animado. Entiéndase por sombra aquí la porción invisible de lo visible, lo que expone o deja al descubierto precisamente la radiografía. No el arquetipo transparente, claro y discernible de ascendencia platónica, sino la singularidad oculta de cada ente, su negativo visual. De este modo cabría traer a colación las reflexiones de Tanizaki sobre el enigma de la sombra en los términos de la estética oriental, especialmente cuando refería la profundidad que otorgaba la configuración del toko no ma a las pinturas que allí se ubicaban: el contraste genera en esos espacios una espesura de silencio.  El autor japonés añadía en su opúsculo Elogio de la sombra:

«creo que lo bello no es una sustancia en sí sino tan solo un dibujo de sombras, un juego de claroscuros producido por la yuxtaposición de diferentes sustancias. Así como una piedra fosforecente, colocada en la oscuridad, emite una irradiación y expuesta a plena luz pierde toda su fascinación de joya preciosa, de igual manera la belleza pierde su existencia si se le suprimen los efectos de la sombra».

 

 

Ya aparezcan en estas composiciones formas filamentosas, puntos, manos, figuras humanas o tejidos, quien las observa puede sumergirse en una dimensión abisal de lo sensible. 

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