Antología Mínima.  Eugenio Padorno (I)

Eugenio Padorno. Selección de Iván Cabrera Cartaya

 

I

 

Habitante en luz,

sentir sus embestidas

por los alrededores tibios

de las formas precisas,

sembradas a voleo. Vienen creciendo

hasta mis labios de no sé qué venero.

Miedo me da de alzar los hombros

por no romper su transparencia.

 

Entre la hierba azul

corren  verdes mansos hilos de agua

hacia no sé qué ternura de no ser.

 

 

Todo me está diciendo: estás.

 

En el fondo del aire

espera una forma posible

de la muerte,

virgen para tus ojos que preguntan,

oh viajero en la luz,

de paso hacia la nada.

 

 

(de Habitante en luz)


LOS DONES DEL INSOMNIO

 

Ahora mismo escucho el mar, miro debajo de su música

la perpetua sucesión de las olas; su seminal espuma siempre

triste; su soledad, tan parecida a la del hombre.

 

Recuerdo el argumento de la caña y el viento, el olor del

incienso, el aire de aquel patio sajado por las toscas, el dedo

del profesor acariciando las rodillas del niño.

 

Como el hueso en el fruto habito la caliente penumbra

de este cuarto.

 

Remotamente se va haciendo la luz: bien oigo cómo

empieza a caer el manantial, la leche de la ubre, el orín en

yacija de acero.

Mano que ahora sale a la calle para robar, no va a quitarme

—para obscena memoria de mi tiempo— los dones del

insomnio.

 

 

(de Memoria de la claridad)


PALABRAS PARA LA ARQUEOLOGÍA

 

EN los hornos del mar         (tienes ojos de hebreo)

    las movedizas hojas reverberan al fondo

 

            en el camino de las gravas

 

las gaviotas descienden sobre monstruos dormidos

montan los areneros las cabinas             jergan

           bebidas refrescantes

 

                dioses           perros            bañistas

 

petrificados en la intersección única de los días

    idos y por venir

arañan la fosca realidad

    el hermetismo dórico del domingo

ejercitan el tacto avaricioso sobre cuerdas

    de música

danzan       vomitan                eyaculan

           a orillas del acuario

entre los dos extremos de la inmovilidad sujetas

          juventud y vejez           sin erosión

 

la imagen de la vida y la muerte

en otros silos cinerarios.

 

 

(de Comedia)


SÉ QUÉ QUIERE DECIR DICIEMBRE

 

¿Y quién me ha desatado las ligaduras del amor por esta

    luz en la tarde de tormenta y gaviotas?

 

Bajo las ramas del abeto que izaron manos municipales,

oscilan envoltorios de colores lustrosos frente a un mar

de mercurio,

 

y sorteo las trampas de piedad dentro de un remolino de

hojarasca y papeles,

 

 los rompientes de esa alta marea del recuerdo que crece

 hasta la lágrima.

 

Junto al dique de cuanto nos amó y amamos con angustia,

paseo en la cubierta de un inmóvil navío,

 

y soy el embozado a quien da claridad lo más oscuro:

del mar vienen las voces que invitan a partir,

no el canto que entretiene el destino

 

bajo abiertas palmeras.

 

*

 

     BORRADOR

 

EL sentido que nos merece lo bello, el resto de temor en

nuestra sangre incrédula hacia los dioses en que creyeron

nuestros antepasados,

 

                        el exceso en lo simple,

 

la labor a destajo que emprendemos atardeciendo o al

alba, auxiliados por píldoras.

 

Sabemos esto: testificar parte de la tiniebla es aún nuestra

    causa.

 

Impedir la definición ahora que, expulsados de la indefinición,

    te muestras en las mercaderías del mundo

 

    (para que el acontecer se repita y el exilio sea el tiempo),

     entre máscaras, aves y raíces de metal crecedero, la tor-

     cedura que alentase hasta el rojo.

 

Callo para que el pensamiento

 

         «he aquí al hombre de la espiral»

 

   preceda para siempre al rescate ideográfico de los grandes

   muladares de signos,

 

   de ese espacio que imanta al solajero la figura descalza y

   la que porta un terrible espolón en el coturno.

 

Esclavos insatisfechos de las ganancias de un patrón invisible,

    en vano hemos movido grandes bloques de silencio y

    vacío sobre el mar,

 

    preocupados de que no se rompieran las maromas sin-

    tácticas, de que no se aplacaran determinados visos.

 

¿Y para quién íbamos a volver claras oscuras pruebas de

    lenguaje?

 

Extraer la interrogación infinita de la horma del viento y

que chirríe de súbito en la herrada del ojo.

 

 

(de Cambiado por silencio)


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