El tránsito del íntimo silencio en la obra de Eugenio Padorno

Guillermo de Jorge

Realizar un acercamiento al silencio en la obra de Eugenio Padorno, desde los presupuestos esbozados en Una ética en la estética. Anotaciones sobre el pensar y el vivir en poesía de Eugenio Padorno, de Fernández Agis, en el que se traza la confección de su estructura textual como un conjunto azaroso de factores que le permitía alcanzar a su escritura “el mostrarte del pensarte y el vivir en poesía en un decir sutilísimo” es un imperativo poético para aclarar el tránsito del íntimo silencio en la obra de Eugenio Padorno.

 

 

Despojado el texto de los signos de puntuación, el lector se enfrenta a una nueva apreciación de sus principios y de la concepción de una nueva realidad en el individuo, en contraposición a la norma que establece la correlación entre el hablante y el oyente, centrando Eugenio Padorno la mayor fuerza de su voz en el elocutio, en el que busca la mayor expresividad retórica. El deleitare absorbe el fastidium y el tedium, cultivando la densidad y el efecto en el texto poético.

Aceptando, como dijo el poeta Joan Margarit, que la lectura del poema requiere un esfuerzo por parte del lector, Eugenio Padorno establece en su ritmo interno una de las premisas que van a sustentar la estructura poética y, por ende, el discurso. Quizás, la influencia de los formalistas rusos es la base argumental para desplazar al autor hacia el mensaje, admitiendo que el concepto mímesis no va a imperar en el texto literario, sino que la mayor fuerza del discurso poético va a recaer en el concepto de literaturnost o literariedad. Con este argumento, Eugenio Padorno establece en su obra que no importa el contexto del mensaje, sino la necesidad de expresar aquellas características que hacen que el escrito se transforme y adquiera la entidad propia de una obra literaria, exhumándola de cualquier tipo de letanía poética baladí, dejando a un lado el hecho empírico y construyendo un universo personal a partir del concepto abstracto.

 

 

El ritmo interno del poema será la guía íntima del poeta sobre la que se sustentará el verso. Así pues, el ritmo vital de Eugenio Padorno hay que entenderlo como una expresión esencial que busca el entendimiento y la compresión de los mundos secretos que habitan en el autor.  Si no entendemos así el texto poético de Eugenio Padorno, no podríamos materializar una valoración certera y objetiva acerca de la obra del poeta. 

 

El verso quebrado ahonda en la necesidad de no sólo marcar un nuevo precepto en la pausa versal, si no de ofrecer una ruptura con la tradición existente y brindar otro orden dentro del plano de lectura. Nutriendo la capacidad semántica del texto y su función comunicativa, así como convidando al lector a una relectura del discurso poético.

 

Así es como el poeta teje en el poema una nueva estructura, un nuevo baile léxico que termina en unos labios ajados en el mar. Así teje el poeta: un concierto único donde el lector tiene que articular esa nota que, dentro de la sinfonía, sea capaz de abrir aquellas galerías del alma que están ocultas.

 

Y, así pues, todo se transforma en un elaborado e hilado encaje, para brindarle al lector que los viajes hacia la belleza del poema comienzan en un verso, invocando sobre la cúpula celeste, que sólo la luz que estalla en el rincón más oscuro se llama poema y que Eugenio Padorno vino para proclamarlo:  

En los hornos del mar (tienes los ojos de hebreo)

las movedizas copas reverberan al fondo

 

en el camino de gravas

 

las gaviotas descienden sobre monstruos dormidos

montan los areneros las cabinas jergan

bebidas refrescantes

 

dioses perros bañistas

petrificados en la intersección única de los días

idos y por venir

arañan la fosca realidad

el hermetismo dórico del domingo

ejercitan el tacto avaricioso sobre cuerdas

de música

 

danzan vomitan eyaculan

a orillas del acuario

entre los dos extremos de la inmovilidad sujetas

 

juventud y vejez sin erosión

 

la imagen de la vida y la muerte

 

en otros silos cinerarios.

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