José Luis Piquero. Tres poemas

José Luis Piquero

DUMMY


En realidad ya estoy acostumbrado:

ni siquiera me duele.


Antes era peor: perspectivas de viaje que siempre se truncaban (y a los niños

no les daba ni tiempo a marearse),

el dejà vu del susto y un punzante

sentimiento de culpa:

no he sabido cuidar de mi familia.


Luego uno aprende a relativizar

y no faltan ventajas: nada de preocuparse por ascensos

o por pagar facturas,

mis hijos nunca traen malas notas,

mi mujer no me engaña: se sienta y cierra el pico.


Somos una familia peculiar: el señor Ave Fénix y señora

con sus encantadores chiquillos soñolientos.

Tan ciegos, tan tenaces

en el error. Tan tontos.


Ya lo sé: damos risa.


Tengo este sueño: pego un volantazo

de lo más inspirado, piso a fondo,

esquivo a un ingeniero y salimos a escape

carretera adelante, hacia auroras blanquísimas, el cielo de los dummies.

Y al despertar os odio. ¡Dios mío, cómo os odio!


Óyeme tú, viajero, que recorres triunfante la autopista

y a tu corazón baja

el canto eterno de la radio-fórmula.

Acuérdate de mí cuando, muerto de miedo,

levantes la cabeza llena de sangre y grites:


¡Santo Dios, no lo he visto!

¿Estáis bien?”.


Y el silencio.


NOLUGAR


¿Quién anda ahí? ¿Es Dios?

¿O Supermán?

Algún extraño, en cualquier caso; nadie

viene ya por aquí. ¡Sal a la luz!


Ah, no, me he confundido: le conocemos bien,

aunque no sé si es hombre o es animal doméstico

o práctico utensilio, o mejor una idea que ya se nos había ocurrido antes,

un sueño tumultuoso.

Pero, en fin, aquí está, y es como de la casa.


Bienvenido, llevábamos un tiempo sin visitas,

hoscos, ensimismados, sin hablar,

no viviendo los días: aventándolos lejos

como arrugadas bolas de papel.

Ya no suceden cosas y es mejor que así sea,

conque no te hagas muchas ilusiones

de venir a hacer cambios. ¿Para qué?


Todo empezó hace tanto tiempo que ni me acuerdo.

No empezó con tormentas ni cielos ominosos; nada de numeritos.

En realidad no sé cómo empezó. Ni sé lo que empezó. Nadie lo sabe.

Pasemos ese punto.

Poco a poco

fuimos acostumbrándonos, ¿quién va a morirse de eso?

Hay momentos mejores y momentos peores; relevante ninguno.

Con un poco de suerte, sólo se trata de irse consumiendo.


Por lo demás, no hay que explicarlo todo:

se arruina el chiste y tú

no eres ningún extraño para que nos pongamos a aburrirte con líos

que conoces de sobra.


Mejor cuenta tú algo. ¿Ya te vas?


Se me olvidó decírtelo: te quedas.


No montes un escándalo. Eso, arrímate ahí.

Y empieza a no hacer nada.

En el fondo esto es justo

lo que toda tu vida sabías que iba a pasar.


Yo me vuelvo a mi puesto.


¿Quién anda ahí? ¿Es Dios...?


ELLOS


No sabemos gran cosa

de Ellos.


Se nos parecen, sí, pero no mucho.

Quizá son extranjeros

o habrán estado ausentes, en algún sueño o en alguna muerte.

En todo caso, aquí nadie se fía

de Ellos.


No se te ocurra hablarles. Ni les mires.

Es como si se mira uno a sí mismo.

¿Que parecen sufrir? Bueno, eso es cosa

de Ellos.


Pasamos y sus ojos nos traspasan

como húmedos puñales.

No sé en qué están pensando. Tengo miedo

de Ellos.


Tal vez quieran matarnos. Tal vez algo peor.

Hay que actuar antes de que sea tarde.


Cuidado, ahí viene uno

de Ellos.

Escribir comentario

Comentarios: 1
  • #1

    ricardo (viernes, 22 julio 2016 11:08)

    El último me evoca "el desierto de los tártaros" (esa novela de no sé quien)