Legitimidad narrativa

Balbina Prior

(Estructura y materiales narrativos en La noche enterrada, de Sabas Martín)



Después de muchos años en que se viene anunciando reiteradamente la muerte de la novela, no parece que los gurús más aferrados a esta idea vayan a tener de momento la razón. La novela entró en un agotamiento lógico hacia finales de los años setenta cuando empezaban a atenuarse los rasgos distintivos del socialrealismoy del hiperexperimentalismo, pero como ente vivo que es, la literatura siempre ha sobrevivido como consecuencia de los componentes activos que la conforman, entre ellos la emoción y la capacidad de hacer sentir al lector. La novela siempre está en constante renovación, por eso ahora la inclusión de lo que se ha dado en llamar los elementos bastardos comienza un nuevo ciclo en el acto narrativo y también han surgido numerosas voces contrarias. Pero estos están teniendo un éxito arrollador en la actualidad, a base de mezclar en sus justas dosis biografía, crónica, narración periodística, elementos reales, y otros antiguos como la epístola. Estos recursos tan en boga están proporcionando un balón de oxígeno a la supuesta defunción del género, y lleva ya cosechando éxitos de mención como la novela de Javier Cercas Soldados de Salamina o La noche enterrada (Ediciones Idea, Islas Canarias, 2006, 2ª edición) de Sabas Martín.

En La noche enterrada destaca su estructura múltiple en la reflexión sobre distintos aspectos de realidades bastantes dispares como, por ejemplo, la renuncia de un profesor que se aparta del mundo para recluirse en el suyo propio, la del comercio de esclavos negros a través de un opúsculo o narración breve, supuestamente escrita por Bartolomé de las Casas, y la explosiva situación política previa a la guerra civil española, reconstruida documentalmente y particularizada en las islas Canarias, relatando los frustrados atentados contra Franco. Sabas Martín se maneja en tres tiempos históricos distintos, pero el nexo principal que los une es el factor espacial. Serán una vez más las Islas Canarias, en donde se sitúen las tres narraciones que se van entrelazando hasta formar un cuerpo único, pero recepcionado realistamente de forma multidireccional. Y digo una vez más, porque es la tierra mítica a donde siempre regresa el autor para construir sus narraciones. Tampoco es la primera vez que el escritor utiliza la estructuras entrelazadas, puesto que en La heredad (Ediciones Idea, Islas Canarias, 2006, 2ª edición) –por cierto, traducida y publicada en Italia (Infinito Edizioni), Alemania (Konkursbuch) y Francia (L’Harmattan)-, ya jugaba con los distintos niveles temporales, pero son los huecos interespaciales que va dejando bien a propósito Sabas Martín, los que le confieren a estas dos novelas su modernidad: la sensación de que la realidad no puede asirse sin reflexionar sobre su complejidad y sus deformaciones, así como la incapacidad del hombre moderno de completar el retrato robot del tiempo que le ha tocado vivir y de las lagunas abiertas en la historia. Esa fragmentariedad es una necesidad en los marcos actuales de la novela. Por tanto, no es de extrañar que si se está atento a cada detalle de la escritura de Sabas Martín, él recurra a Benedetto Croce para afirmar que la Historia siempre es contemporánea. El detalle es lo que caracteriza los textos de este autor, incluso las citas son un elemento clave de su discurso ficcional. Cada una de sus anteriores entregas evidencian el extremo cuidado también en los pormenores, que no pueden escapar en una detenida lectura.

En la perenne discusión entre los partidarios y los detractores de la utilización de complejidades narrativas y su incompatibilidad con “la novela con historias” gana siempre la novela, porque se puede perfectamente aunar ambas argumentaciones. La noche enterrada es un claro ejemplo. La pregunta que también está en el aire es si el futuro de la novela pasa por la desaparición de los géneros, pero en todo caso la vitalidad de cualquier género necesita de buenas obras para que siga funcionando y este es el caso de la obra de Sabas Martín, que viene ya contribuyendo a ello con numerosas incursiones. Merece la pena seguir siendo lector, también para observar los avatares de la búsqueda de nuevos elementos, que no deberían llamarse bastardos, sino alcanzar un estatus legítimo y preferencial, pues los medios que se utilizan siempre son válidos si la novela capta la atención incluso del lector más exigente.

 

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