Bram de Winter o el envés de la realidad

Breve comentario crítico de Daniel Bernal Suárez

La obra de Bram de Winter opera bajo un principio rector: la aproximación analógica dentro de una plasmación de corte netamente surrealista. Sus trabajos, en cierta manera herederos de René Magritte, parecieran proponer, en primera instancia, un objeto novedoso a la contemplación. Pero he aquí que la formulación de dicho objeto lleva como premisa el acoplamiento de realidades entre las que la imaginación del artista canaliza un nuevo puente levadizo cuya comunicación e interacción es la base creativa de la entidad naciente. Ese intercambio se basa, a su vez, en las correspondencias (y de ahí quizás la herencia de Magritte). Denodada búsqueda de la similitud y el parentesco entre las imágenes.

La visión de estas obras genera una suspensión de las ataduras al hábito, los esquemas perceptivos, las categorías que fraguan las sustancias del pensamiento. En definitiva, una puesta entre paréntesis, una cierta epojé. Algunos de los mecanismos que frecuenta Bram de Winter incluyen el diálogo entre planos ontológicos distintos (véase la convergencia de estratos o planos significativos en East Best Key West), el símil, una atrayente (e ígnea) red visual donde late el súbito y el vasto y soterrado rayo del misterio. Todo ello provoca una apertura al envés de la realidad (o la aprehensión de sus ramajes): así procede, por ejemplo, el cadáver-sombra que proyecta el dodo sobre una superficie pulida y agrietada. El arte como la sombra del mundo, su palpitación oculta llena de venablos.