Lucas Brockenshire. Poemas

«Con el que tiene ahora el agua, yo la voy» oí decir al primero.

«Con el que separó elgrano, y da para nosotros un puñado, yo la voy» dijo otro.

«Con el que nos conduzca a otro país, yo la voy» dijo el tercero.
«Con el que conserva las broncas, como quintrales en los ojos, yo la voy» dijo otro.

«Con el que me llame por mi nombre, yo la voy», dijo el quinto.

Y como secándose los rayos de los párpados, un hombre ancado se levantó, dando un paso hacia el centro de la ronda:

«Yo la voy» dijo «con el que me recibió en tiempos de nadie, porque suyo es mi amor». 

Nueve, somos ya nueve los inquilinos de esta casa.

No sé los nombres de los que han llegado. Simplemente han llegado, y hace tiempo nos saludamos sin decir palabra.

Somos menos que cuando éramos cuatro.

Ni esos quedan, ahora que somos en verdad tantos.

Esta casa se ha ido vaciando, poco a poco, y eso es todo

Con el viento de las aves de rapiña

desnudándole la nuca

con los chacales en ronda cantando

sin culpa

al rayar el alba, juntó

las matas duras del desierto

la sal de las salinas

los hierbajos al pie de la higuera

y en torno a su carne

contra el círculo diario

alzó un cerco de pena y piedad.

Desalojado del primer camposanto,

tirado de los ojos, de la lengua, caído

del vientre, me corro de la tierra.

La vida nunca más será ajena; me sangra,

y va mía en el cuerpo.

Ha pasado un tiempo largo.

Me dice mi padre: «Andá verla a tu madre».

Y vuelvo al lugar donde

mis huesos descansaron.

Veo que he caminado desde un camposanto,

que tendí una cama, que en ella me eché,

que en otra tierra hundí una promesa.

Le pongo un beso en el rostro

en la parte común de su rostro

y recuerdo que la quiero bien

que todo está bien lo que allí se marchita. 

Los palos y yo andamos borrachos en la noche.

Somos sin el sol y por las flores,

nosotros los varones.

Árbol, dejo mis pies a tus pies, mis

cadenas pongo junto a tus cadenas

y en la noche fría, como hermanos tomados,

ponemos los ojos sobre la misma,

y juntos la contemplamos.

La tierra deseamos los ebrios.

Pero los jóvenes encendidos le gritaban a las flores:

“¡No importa la belleza de las flores!”

Pero los jóvenes reencendidos más le gritaban a las flores:

“¡No importa la belleza de las flores!”

Y ellas respondieron: “Derribad la belleza de las flores”.