Perros sin amo

Bruno Mesa

Perdurar es privilegio de los muertos, pero morir es un privilegio aún mayor: solo se le concede a los que han vivido alguna vez.


Esos disparatados elogios que te hacen echar de menos una crítica venenosa.


No conviene correr en un laberinto, explicaba Séneca, no sea que la velocidad sea la razón misma de nuestra desorientación. Nos encantan las soluciones mágicas, las puertas de emergencia, los éxitos urgentes, pero quizá la única forma de encontrar una salida sea entender que no existe. Tarde o temprano hay que detenerse y empezar a medir la celda. 

 


Para quien eligió no tener patria el viento es un buen cementerio.


Imre Kertész creía en una escritura que se teme a sí misma. Así funciona Kaddish por el hijo no nacido, ese libro que se retuerce como una interrogación. Mejor que una verdad, una desconfianza. Antes y después del mandamiento, una vasta contradicción. En lugar de una ley, una grieta.

 

Estamos tan acostumbrados a decir lo que no pensamos que nada nos cuesta creer en lo que no creemos.


Cómo no decepcionar al escritor que espera a conocer lo que piensas de su obra para él descubrir lo que opina de la tuya.


Somos cuchillos: es imposible la caricia sin el corte.


El pensamiento de ciertos catedráticos evoluciona con la velocidad de un sarcófago.

 

Para el micrófono tenemos una ética, para la intimidad una pereza despreocupada o una omertà

 

Quiero pensar que desistir era una palabra necesaria para Diógenes de Sínope. Desistir de lo que deseas, olvidar lo que buscas, renunciar a las golosinas sociales. No esperar, pero tampoco ir. Reírte del poder, de los dioses y de ti mismo. Y si algún día te ven vagabundear por la calle y te llaman perro, no te ofendas, es una definición exacta. Eres un perro sin amo. 

 

La literatura no es el lugar de la verdad, sino el lugar donde descubrimos que la verdad es una forma del chantaje.

 

Lo mejor de no tomarse en serio es que todos te corresponden. Nadie cree que el otro sea digno de una verdadera tragedia. Esa es una de las pocas cosas que debemos agradecer al egoísmo de nuestros semejantes.

 

No escribe, retumba. Será por eso que aplauden.

 

Después de dos mil años de homilías, de oraciones repetidas hasta el asco, de palabras que vendieron su significado, no debe asombrarnos que la simulación y la farsa sean nuestros dioses.

 

Aseguraba Cioran que para obtener un buen lugar hay que ser un comediante, hay que creerse los falsos problemas de la filosofía. Por eso a Diógenes no le molestaba ser considerado un perro: carecía de fachenda, no amaba los juegos retóricos, no se maquillaba con las palabras. Al perro le bastaba una carcajada y unas pocas palabras para mostrarnos ese espejo en el que todos somos deformes. Los que se avergüenzan de ser perros ya sabemos a lo que aspiran.

 

En nombre de la decencia se han cometido las mayores obscenidades.

 

 

Puso en una mano la locura y en la otra la debilidad, y empezó a comprender a su especie.


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Comentarios: 4
  • #1

    José Mario Domínguez Jorge (viernes, 06 febrero 2015 00:47)

    Estoy muy de acuerdo contigo, este es un mundo falso e inmoral. Los canallas de siempre se lo han apropiado: para con su gran retórica convencernos de sus interesadas mentiras y falsedades. Hace falta que se produzca un movimiento dentro de todos nosotros; para destruír tanta farsa e interés por lo absurdo y convencional. Una revolución que acabe de una vez con las componendas de políticos, periodistas, artistas embaucadores, vendedores de sueños falsos, que alimentan la razón virgen y pura del arte, la literatura, la poesía y sobre todo el pensamiento libre de los políticos y "pensadores de pacotillas", que lo están llevando a las trincheras. Allí nos veremos, mi amigo nuevo, Bruno Mesa.

  • #2

    Elena (viernes, 06 febrero 2015 16:05)

    Bravo!!

  • #3

    Elena (viernes, 06 febrero 2015 21:17)

    Diógenes..., interesante personaje.

  • #4

    Iván Cabrera (martes, 18 abril 2017 11:56)

    Extraordinarios apuntes y aforismos. Me gustan mucho algunos de ellos y dibujan muy bien el tránsito social que vivimos, ya sea en los supuestos círculos literarios o fuera de ellos. Me alegra ver esa afición o esa apuesta por Diógenes, supongo que también por Antístenes, y los cínicos: siempre creí que, desde la antigüedad, prosperó la filosofía equivocada, la platónico-aristótelica o la estoica; pero ¡allí estaban los epicúreos y, sobre todo, los cínicos! Los que vivían de verdad, de acuerdo a su pensamiento; lástima que se haya conservado tan poco de ellos. Enhorabuena, Bruno.