El intervalo: brevísima relación Pessoa/Bowie

Daniel María

Al Hombre le ha fascinado siempre ser quien no es. E incluso, si admitiéramos como grado de poder máximo ser el César, el Presidente o el Caudillo de una nación, lograda esta posición se desearía ser Dios para expandir aún más el dominio. En el caso de los súbditos, alcanzar la divinidad también es moneda corriente. De tal modo que casi nadie, aun pudiéndose definir, desea ser únicamente quien es. Anhela, también, ser otros. En el caso de los artistas, que crean mundos y reflejan en ellos cuanto les es imposible vivir o contemplar en la dimensión real, ser otro más allá de la obra artística es también una quimera a voces. Entre ser y poder ser se aglutinan los conflictos y los deseos, pero también las reacciones de los demás. Alonso Quijano decidió ser don Quijote y el trasiego entre una personalidad y la otra constituye la obra magna de las letras españolas, porque lo que vitaliza el texto es el honesto y complejo empeño de ser otro, de ser, cuando se alcanza la madurez, lo deseado en la imaginación; y en las lecturas de don Alonso Quijano late el sujeto que no quiere ser él mismo, sino ser otro. Acaso cabría añadir que Peter Pan no quiere ser adulto porque no aspira a ser uno solo, es decir, el hombre del futuro, sino todos los que logra ser al alzar el vuelo de la infancia.



Retrocedemos hasta la infancia porque es precisamente aquí donde Pessoa comienza a bifurcar su personalidad y a jugar con los extremos de la identidad, desde la absoluta libertad del divertimento y de la creatividad que no se juzga a sí misma ni busca teorizarse. Nos referimos a la creación de A Palavra y O Palrador, periódicos artesanales y de distribución doméstica, donde el niño Pessoa se desdobla en personalidades como el Dr. Pancrácio o el redactor Pedro da Silva Salles.


Si heterónimo significa ‘de nombre distinto’, lo cual puede remitirnos a una misma personalidad denominada de modo diferente, pero que no supone categóricamente otra identidad; y personaje, que deriva de persona, sí revierte en otra identidad, no sería correcto designar a los heterónimos como personajes literarios, y además autores de determinadas obras, sino como diversas manifestaciones de una misma identidad/cohesión donde conviven sin implicarse. Algo así como los tan diversos seres creados a imagen y semejanza de un mismo Dios, si tomamos como referencia el Génesis bíblico.


La personalidad de los heterónimos responde a esa suerte de coherencia con que un novelista o, más acertado decir en Pessoa, un dramaturgo, aviva sus personajes literarios, sin que por ello los heterónimos sean personajes, pues estos no protagonizan un mundo literario, lo inventan ellos mismos, lo crean; y, además, cada uno de ellos posee una biografía propia, una voluntad; y esta definición responde a una manifestación del gran autor, Pessoa, que no los utiliza para una obra, sino que son ellos mismos la proyección de la obra que escriben. De tal modo que los heterónimos de Pessoa vienen a ser cada uno de los árboles que comprenden el bosque total que es el propio Pessoa; bosque que propicia el complicado y, sobre todo, oculto ser que es Fernando Pessoa, el paisaje total que forman todas sus escrituras.


Hablamos de un oculto Pessoa no porque se esconda detrás de sus heterónimos, sino porque Pessoa se erige sobre el ocultismo que le rodea, un ocultismo que es poesía y astrología, magia y secretismo. Esta poesía invade Libro del desasosiego, aun cuando la obra salga en defensa de la prosa en detrimento de la lírica, posición extrema que transita Pessoa en su completísimo andar por la literatura y la vida, pues las literaturas y las vidas que aglutinan sus heterónimos, y él, logran que todas las miradas pasen por su ojos, y que el gran baúl donde descansaban sus cuartillas reuniera la vida y la literatura total que el poeta Pessoa consiguiera atesorar en el continente que él mismo constituye, a modo de mapamundi creativo. Y es tan aventurado afirmar que todos los rincones de la tierra y del universo son conocidos por el Hombre como afirmar que todo escritor es únicamente un escritor, y no todos los escritores que habitan en él mediante lecturas, originales destruidos, obras bajo llave o ideas sin desarrollar.


Las contradictorias y múltiples reacciones de Pessoa necesitaban de una esencia propia que agrupara cada sendero del ser, cada visión, cada destello. La luna pasa por todos los signos del zodiaco, a todos afecta, de tal modo que somos un signo en cuanto que los demás son distintos y pueden ascender en nosotros. Acudo al horóscopo por la íntima relación de Pessoa con la astrología, arte que también dominaba y al que acudía como fuente de inspiración o de conocimiento, de igual modo que otras fuentes y otras aguas calmaron su sed.


Si nos involucráramos en Bernardo Soares partiríamos de unos versos atribuidos por Pessoa a su heterónimo, y que muestran una síntesis luminosa acerca del concepto de existencia que late en el escritor portugués:

No soy nada.

Nunca seré nada.

No puedo querer ser nada.

Aparte de esto, llevo en mí todos los sueños de este mundo...

Los tres primeros versos son remitidos por Antonio Tabucchi en el precioso cuento Los tres últimos días de Fernando Pessoa, donde el poeta recibe la visita de sus diversos heterónimos antes de morir. Este poema es recitado por Bernardo Soares en su último encuentro con el escritor y se nos presenta como un texto dual, en el que nada es todo y nunca es siempre, porque Pessoa no ha hecho otra cosa que escribir a sabiendas de que este es el único modo de pervivencia posible, el de la literatura. Y a su vez, la literatura es un depósito universal de conocimiento, de todos los conocimientos. Lo que en ocasiones advertimos, cuando nos referimos a la personalidad de Pessoa como compleja, es realmente la profundidad y diversidad de sus conclusiones, o de los pensamientos que analizamos y que en unos casos rechazamos, y en otros, validamos. Lo cierto es que el caudal de preguntas que nos planteamos constituye el grueso de nuestro conocimiento, las respuestas son una y otra vez discutidas. Es la pregunta la que atesora la verdad. De tal modo que, como aparece en Libro del desasosiego: El único enigma sin resolución es por qué existen los enigmas. Y añadimos, la única categoría existencial que podemos establecer es la de somos, no la de soy. Porque soy no trasciende, reside únicamente en una biografía que, sin los otros, carece de existencia. Cada uno de nosotros es en la medida en que los otros atestiguan, y por tanto, son. Ni Soares, ni Reis, ni Caeiros son porque existiera Pessoa, un único ser que los reconocía, sino porque cuentan con la lectura de todos; y en este, como en los demás casos, la lectura es compasión.


Pessoa nos sitúa con sus heterónimos más allá de un aparente juego de máscaras, nos sitúa en una encrucijada puramente humana, y humanitaria, porque requiere de una profunda comprensión admitir que todas las manifestaciones literarias del escritor portugués surgen de una misma cohesión, él mismo, para ofrecer distintas y posibles formas de ser y de contar: biografías y obras, vidas y textos.


Entonces, cuando el escritor portugués firma como Pessoa algunos de sus textos, ¿el ortónimo Pessoa es el Pessoa auténtico? Pessoa es uno, y lo es con todos. El ortónimo de sus heterónimos es un avance hacia el enigma, un velo de oscuridad hacia la luz total que reside en las palabras, en la lengua portuguesa: su patria. Lo escribió en Libro del desasosiego, se sitúa como médium de una figura que él mismo ha creado. También habla de un intervalo entre nosotros: entre mí y mí. Pessoa es el intervalo, en él habita un escritor, un hombre que murió a los 47 años, se calaba un sombrero, lucía bigote y llevaba gafas. El hombre es el intervalo, la escritura el enigma, el resultado la vida y, lo demás, literatura.


PESSOA EM BOWIE: HETERONISMO GLAM


David Bowie es uno de los artistas más importantes de la segunda mitad del siglo XX y uno de quienes mayor influencia ha profesado sobre los creadores y la propia industria del espectáculo. Dicho dominio está a la altura del germen de su fortísima personalidad: el poderoso influjo de los otros. Es decir, que el predominio desplegado es tan potente como el ejercido sobre él. La columna vertebral de su inigualable condición artística e intelectual, ese camaleonismoque tanto se ha citado al aludir su figura, brota de su perfil mitómano.


Fascinado hasta la obsesión o el paroxismo, en las ocasiones en que un referente musical o artístico lo ha excitado, sus energías se han concentrado en recrearse y fundarse en su representación. Más allá de la imitación, Bowie se ha transformado desde su perspectiva, el modo en que siente e interpreta la atribución, en el ente que admira. Se trata de la mimetización como proceso creativo y del resultante surgimiento de una identidad artística tan concluyente como transitoria dentro de su evolución y que establece unas características por siempre apreciables, pues a dicha identidad le corresponde un repertorio, una estética y un armazón cultural específico.


Sin Little Richard, sin Elvis Presley y sin Chuck Berry, Bowie no hubiera sido el mismo. Sin Bob Dylan, sin Iggy Pop, sin Lou Reed, sin Mick Jagger, sin John Lennon, sin Paul McCartney, Bowie no hubiera sido el mismo. Tampoco sin Bertold Brecht, sin Burroughs, sin Orwel, sin el teatro kabuki, sin Picasso, sin Warhol… Un larguísimo listado podría sucederse y todas esas referencias son puntos de partida en el desarrollo de un proyecto artístico tan complejo como extremado, que trae consigo un ideal del espectáculo y una voluntad de profundización en la naturaleza humana.


Su interés se fundamenta en el encanto por el exterior, por el universo que nos acoge, por su infinitud y su misterio. El universo en Bowie es una arteria, un cauce ancho y nada superficial, aunque guste de la frivolidad como provocación, a modo de antesala, precisamente, a un discurso cargado de poesía y de futuro.


Bien que Pessoa crea sus heterónimos desde una óptica fundacional y con ellos contribuyó, como otros han dicho, a crear todas las vanguardias de la literatura portuguesa, y que en el caso de Bowie la permeabilidad es un punto de partida para crear sus nuevas identidades, pero sí es coincidente en ambos artistas que se sirvan de entes independientes a ellos mismos, pero que a su vez en ellos confluyen, para expresar los diversos y múltiples aspectos de su complejísima personalidad, o más bien, de su complejísima heterogeneidad.


En el caso de Bowie, sus heterónimos son echados a andar sobre su osamenta, y la percepción de sus rasgos y características es eminentemente visual y material, pues se trata de una escenificación, de una estética y de un cancionero únicos, pertenecientes en exclusiva a dicho alter ego, término este que se utiliza para denominar a las diversas identidades de Bowie, cuyo ortónimo, David Bowie, es, además, un pseudónimo, ya que el nombre de pila del artista es el de David Robert Jones.


Mayor Tom, Ziggy Stardust, Alladin Sane, The Halloween Jack y The Thin White (El Duque Blanco) son los heterónimos que, a lo largo de su carrera artística, Bowie ha adoptado, aunque hasta el momento no hemos encontrado ninguna aplicación anterior del término heterónimo en los estudios bowienianos, la inmensa mayoría de críticos hacen uso de alter ego para referirse a las creaciones del artista inglés. Es interesante observar que dichos heterónimos surgen de un ortónimo, Bowie, que, como hemos dicho, es a su vez un pseudónimo, el ente totalizador en el que David Robert Jones sustenta su creación. En el caso de Pessoa, el asunto es más complejo, aunque podemos esforzar cierto paralelismo si planteamos que los heterónimos y semi-heterónimos del escritor portugués surgen de Pessoa, nombre que proviene de persona, y que a su vez entronca con la génesis de la máscara y de la representación. Cuando Pessoa remite a un drama em gente, nosotros establecemos la línea de consanguinidad con el eminente carácter teatral de las individualidades bowienianas, todas ellas ideadas para ultimarse en el escenario, durante la representación. En el caso de Pessoa, sus representaciones tienen lugar en la lectura de sus obras.


Si Rimbaud afirma Yo es otro en sus célebres Cartas del vidente y Pessoa pregunta ¿Quién es yo? en su Libro del desasosiego, Bowie responde I am with name, título de un tema de su álbum Outside.


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Comentarios: 1
  • #1

    Iván Cabrera (jueves, 14 enero 2016 00:59)

    Magnífico. Me ha encantado el ensayo y la analogía, a lo que no todos se atreverían.