Rafael Arozarena. La invasión del color

Rafael Arozarena


Títulos de los cuadros

1. El líder.

2. El naturalista.

3. En el bulevar.

4. María egipciaca.

5. Montañeros.

6. Palmera roja de Teguise.

7. Raíces eróticas del sol negro.

8. Rusas.



Breve comentario crítico de Daniel Bernal Suárez


Sobre la obra literaria de Rafael Arozarena (1923-2009) gravita el peso del fetasianismo que, si bien tiene en la novela Cerveza de grano rojo una de sus más altas cimas, se escancia fundamentalmente en las búsquedas expresivas de su obra poética, con especial denuedo a partir de la publicación de El ómnibus pintado con cerezas (1971). A este respecto ha comentado Juan José Delgado: “Si El ómnibus... inaugura poéticamente otra fase y el hallazgo de una escena cósmica, los sucesivos libros irán consolidando una escritura que, sin tregua, avanza sobre una superficie alógica. Al pensamiento del autor hay que añadírsele facetas más ardientes y, por ello, se le suma una imaginación por la que se transparenta un universo en estado de inocencia”.


Junto a su actividad literaria, Rafael Arozarena desarrolló una ingente y tardía vocación pictórica. Ambas comparten una querencia visual: la invasión del color. Piénsese en algunos títulos de sus libros: Silbato de tinta amarilla (1977) o los ya citados El ómnibus pintado con cerezas y Cerveza de grano rojo. De esta invasión del color han dejado constancia tanto María José Pérez Andreu (a propósito de las exposiciones individuales de Arozarena), como Roberto García de Mesa (en su volumen Conversaciones con Rafael Arozarena). De nuestro autor podría aseverarse, en efecto, y con las debidas matizaciones, aquello que escribiera Peter Selz sobre Kandinsky: “La historia de su vida es, ante todo, la historia de las impresiones cromáticas percibidas en su primera infancia y a lo largo de su adolescencia”. La mayor parte de la obra plástica de Arozarena se sitúa en una intensa expresividad cromática, de una gran vivacidad y contraste que recuerdan, en algunos casos, a la etapa de Kandinsky en Murnau. Hay obras en las que se alcanza un elevado grado de abstracción, aunque en muchas otras no se pierde del todo la referencia a una difusa representación objetual. Acaso sus mejores piezas sean aquellas en las que, prescindiendo de cualquier leitmotiv vagamente figurativo, se sumerge en una violencia cromática que junto a la autonomía del color y de las formas construyen un espacio pictórico de exacerbación expresiva.


Al frente del libro Amor de la mora siete (1989) el poeta dejó escrito: “Porque en las artes puras como la música, la pintura y la poesía, de lo que se trata, si lo pensamos bien, es de atrapar, no las cosas y los hechos, sino sus fantasmas esenciales y sugeridores”.

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