Cinco poemas de Vittorio Alfieri

Traducidos por Ramiro Rosón

La poesía de Vittorio Alfieri (1749–1803), quien, como tantos otros clásicos, parece haber caído víctima de un cierto olvido en la actualidad, marcó la etapa de transición del neoclasicismo al romanticismo, ejerciendo una influencia decisiva sobre sus contemporáneos y las figuras posteriores de las letras italianas, como Ugo Foscolo, Giacomo Leopardi, Alessandro Manzoni o Giosué Carducci. Las Rimas de Alfieri, escritas a lo largo de más de veinte años, entre 1776 y 1799, reúnen toda su producción lírica y parte de sus sátiras, formando una serie de composiciones poéticas en las que su autor aborda variados temas: el amor, la naturaleza, la mitología clásica, las reflexiones vitales y filosóficas y la crítica a la sociedad de su época; si bien el amor, en todas sus facetas, se destaca como tema principal, dentro de un estilo heredero de la tradición de los cancioneros amorosos, instaurada por Petrarca y que emplea el soneto como forma principal. Este conjunto de poemas apareció por primera vez dentro de la colección de sus obras póstumas, publicadas por el editor Guglielmo Piatti en Florencia en 1804, un año después de la muerte de Alfieri. El hecho de que las Rimas contengan toda la obra lírica de su autor permite trazar con nitidez el perfil de su estética: partiendo de la base de los modelos petrarquistas, el poeta expresa sus contradicciones íntimas de un modo que prefigura la poesía romántica italiana. Esta estética adopta un lenguaje cargado de sonoridades ásperas, encabalgamientos abruptos y abundantes hipérbatos. Los cinco sonetos aquí recogidos (el XVI, el CXXXV, el CL, el CLXVII y el CLXXIII) suponen, a juicio del traductor, algunos de los momentos cumbre de las Rimas, en los que temática y estilo se conjugan en una perfecta unidad.

 


En la poesía de Alfieri, la pasión amorosa, por lo general, cobra la forma de un anhelo inalcanzable, pues la figura de una mujer idealizada se convierte en destinataria de un afecto no correspondido, como la donna angelicata de la tradición petrarquista. Esta visión del amor se percibe tanto en el soneto CXXV como en el CL: en el primero, Alfieri, mientras pasea por las riberas del mar, cree ver cómo su amada se acerca hacia él montada a caballo, para luego darse cuenta de que sólo se trataba de una ilusión, pues la había confundido con otra mujer; en el segundo, mientras se acuerda de su dama, el poeta confiesa su deseo de llevar una vida enteramente dedicada al amor y a la literatura. Respecto a la naturaleza, Alfieri ya muestra el gusto por la soledad de los lugares salvajes que caracterizará a la mayoría de los escritores románticos. Frente a los poetas neoclásicos que cantaban los campos de labranza, siguiendo el modelo de las Geórgicas de Virgilio, Alfieri prefiere los bosques umbríos, las grandes montañas o las cascadas: es decir, los parajes no alterados por la mano humana, donde las fuerzas naturales se manifiestan con todo su poder. Esta inclinación se refleja en el soneto CLXXIII, uno de sus más célebres, en el que el poeta se interna en un bosque solitario para buscar el sosiego que ha perdido. El ansia de introspección halla sus orígenes más remotos en el Conócete a ti mismo de la Antigüedad clásica, pero en las Rimas alcanza una intensidad expresiva que anuncia la literatura romántica, pues Alfieri no teme sumergirse de cabeza en un océano de conflictos interiores y pasiones encontradas, para revelar al lector de sus poemas toda su furibunda energía, sin caer jamás en los peligros del confesionalismo impúdico o del sentimentalismo perecedero. Este complejo mundo emocional se retrata en el soneto CLXVII, donde el poeta, tras describir su apariencia física mientras se mira en un espejo, describe su carácter con una serie de antítesis que desembocan en el último verso, el cual formula una rotunda pregunta (Hombre, ¿eres grande o vil?) y ofrece una respuesta no menos rotunda (Muere, y sabrás), llegando a la conclusión de que, para juzgar a un hombre con acierto, debe examinarse la memoria que deja en los demás a su muerte. Por otro lado, las Rimas contienen diversos poemas donde Alfieri critica y a menudo satiriza la sociedad italiana de su tiempo. En esta crítica influyen dos factores decisivos: el pensamiento ilustrado, que pretende transformar el mundo según las exigencias de la razón, y la insatisfacción del individuo con la sociedad, tema que marcará toda la literatura romántica. Tal es así que, en el soneto XVI, el poeta se queja de la descomposición política y social que sufría la Roma de finales del siglo XVIII, en un tono de amargura y desengaño que trae a la memoria el soneto que Miguel Ángel escribiera dos siglos antes, en el XVI, sobre la corrupción de la curia vaticana. Este sentido crítico impulsará que en el siglo XIX, tras su muerte, Alfieri sea consagrado como uno de los intelectuales inspiradores del Risorgimento y la unificación política de Italia.

Sonetto XVI


Vuota, insalubre region, che stato

ti vai nomando, aridi campi incolti;

squallidi oppressi estenuati volti

di popol rio codardo e insanguinato:


prepotente, e non libero senato

di vili astuti in lucid’ ostro involti;

ricchi patrizi, e più che ricchi, stolti;

prence, cui fa sciocchezza altrui beato:


città, non cittadini; augusti templi,

religion non già; leggi, che ingiuste

ogni lustro cangiar vede, ma in peggio:


chiavi, che compre un dì schiudeano agli empi

del Ciel del porte, or per età vetuste:

oh! se’ tu Roma, o d’ ogni vizio il seggio?


Soneto XVI


Región desierta, inmunda, que te llamas

estado, campos áridos e incultos;

flacos, opresos, agotados rostros

de pueblo vil, cobarde, ensangrentado;


arrogante senado, al que no faltan

viles astutos en el ostro1 envueltos;

ricos patricios, necios más que ricos;

príncipe, a quien agradan los idiotas;


ciudad, sin ciudadanos; nobles templos,

mas ya sin religión; injustas leyes,

que cada lustro cambian y empeoran;


llaves, que le cerraban al impío

la puerta de los cielos, ya gastadas,

oh, ¿eres Roma, o el trono de los vicios?


Sonetto CXXXV


Solo, fra i mesti miei pensieri, in riva

Al mar là dove il Tosco fiume ha foce,

Con Fido il mio destrier pian pian men giva;

E muggian l'onde irate in suon feroce.


Quell' ermo lido, e il gran fragor mi empiva

Il cuor (cui fiamma inestinguibil cuoce)

D'alta malinconia, ma grata, e priva

Di quel suo pianger, che pur tanto nuoce.


Dolce oblio di mie pene e di me stesso

Nella pacata fantasia piovea;

E senza affanno sospirava io spesso:


Quella, ch'io sempre bramo, anco parea

Cavalcando venirne a me dappresso...

Nullo error mai felice al par mi fea.


Soneto CXXXV


Solo, con mi aflicción, en las orillas

del mar donde el toscano río2muere,

con mi caballo fiel marchaba lento,

y mugían con fiero son las ondas.


La yerma costa, el gran fragor colmaba

mi corazón (que abrasa eterna llama)

de alta melancolía, pero grata,

sin lágrimas que tanto daño causan.


Olvido de mí propio y de mis males

bajó sobre mi calma fantasía;

y a menudo sin pena suspiraba:


la que siempre deseo parecía

acercarse a mi lado, cabalgando...

Nunca un error me hiciera tan dichoso.


Sonetto CL


Fra queste antiche oscure selve mute,

che fan del monte il dorso irsuto e negro,

là donde il pian traspar culto ed allegro,

alte dolcezze io spesso ho in me godute.


Or mille in mente fantasie piovute,

forma ebber poscia di poema integro;

or di colei, che il cor dolente ed egro

fammi, in rime laudai l’ alta virtute.


Così, sempre invisibili al mio fianco

vengon compagni, e delirar mi fanno,

dal destro lato Gloria, Amor dal manco.


Oh bel sollievo d’ ogni umano affanno!

Viver, da prava ambizion ben franco,

tra spini e fior, quai Febo e Amor li danno.


Soneto CL


Entre viejas, oscuras, mudas selvas,

que enmarañan la cumbre de este monte,

donde se avista el llano alegre y culto,

altas dulzuras he gozado a solas.


Ora mil fantasías en la mente

cobraron forma de poema entero,

o de la que tornó mi pecho en débil

y enfermo la virtud loé con rimas.


Así, siempre invisibles, a mi lado

vienen juntos, causándome delirios,

al diestro lado Gloria, Amor al zurdo.


¡Bello alivio de toda humana angustia!

Vivir, sin bajas ambiciones, entre

flores y espinas, con Amor y Febo.


Sonetto CLXVII


Sublime specchio di veraci detti,

Mostrami in corpo e in anima qual sono:

Capelli, or radi in fronte, e rosi pretti;

lunga statura, e capo a terra prono;


Sottil persona in su due stinchi schietti;

Bianca pelle, occhi azzurri; aspetto buono;

Giusto naso, bel labro, e denti eletti;

Palido in volto, più che un re sul trono;


Or duro, acerbo, ora pieghevol, mite;

Irato sempre, e non maligno mai;

la mente e il cor meco in perpetua lite;


Per lo più mesto, e talor lieto assai;

or stimandomi Achille, ed or Tersite:

Uom, se’ tu grande, o vil? Muori, e il saprai.


Soneto CLXVII


Sublime espejo de veraces juicios,

muéstrame como soy en cuerpo y alma:

cabello ralo en frente, pelirrojo;

inclinada cabeza, gran altura;


sutil figura sobre leves piernas;

blanca piel, ojos garzos, buen aspecto;

bella nariz y labio, dientes finos;

pálida faz, de rey subido al trono;


ya duro, acerbo, ya apacible, manso;

siempre iracundo, pero no maligno;

mente y pecho conmigo en lid perpetua;


triste a menudo, alguna vez alegre;

ya estimándome Aquiles, ya Tersites3;

hombre, ¿eres grande o vil? Muere, y sabrás.


Sonetto CLXXIII


Tacito orror di solitaria selva

di sì dolce tristezza il cor mi bea,

che in essa al par di me non si ricrea

tra’ figli suoi nessuna orrida belva.


E quando addentro più il mio piè s’ inselva,

tanto più calma e gioia in me si crea;

onde membrando com’ io là godea,

spesso mia mente poscia si rinselva.


Non ch’ io gli uomini aborra, e che in me stesso

mende non vegga, e più che in altri assai;

né ch’ io mi creda al buon sentier più appresso:


ma, non mi piacque il vil mio secol mai:

e dal pesante regal giogo oppresso,

sol nei deserti tacciono i miei guai.


Soneto CLXXIII


El mudo horror de solitaria selva

me trae al corazón tan dulce pena

que en ella, salvo yo, no se descubre

ninguna fiera horrible entre sus hijos.


Y cuanto más adentro mi pie llega,

tanta más calma y gozo en mí se forma,

o, recordando cómo allí gozaba,

luego torna mi mente hacia la selva.


No es que a los hombres odie, y que en mí mismo

yerros no vea, y muchos más que en otros,

o crea estar cercano al buen camino;


mas el vil siglo nunca me ha gustado,

y del grave, real yugo4 oprimido,

solo en desiertos callo mis lamentos.


Notas

1 Ostro es sinónimo de la púrpura con que los senadores romanos teñían sus túnicas.

2 Alfieri se refiere al Arno, que, como es sabido, atraviesa la región de la Toscana y desemboca en Pisa, en el mar de Liguria.

3 En la Ilíada, como es sabido, Homero describe a Aquiles como un héroe de extraordinaria fuerza y valentía, que lleva a cabo toda clase de proezas en la guerra de Troya desde que se reconcilia con Agamenón y comienza a luchar de nuevo con los griegos. En cambio, el soldado Tersites aparece como un personaje feo y deforme, que acusa a Agamenón de haber emprendido la guerra por su codicia y aconseja a los griegos retirarse del combate y volver a su patria. En este soneto, cabe interpretar los caracteres opuestos de Aquiles y Tersites como una antítesis con la que Alfieri expresa sus frecuentes cambios de actitud vital: unas veces se comporta de forma idealista y arrojada, como Aquiles, y otras de forma desengañada y temerosa, como Tersites.

4 Se trata de una alusión a un régimen despótico que coarta la libertad del poeta. Alfieri compone este soneto el 26 de agosto de 1786, durante una estancia en Alsacia. Cuando menciona este real yugo, probablemente estuviera pensando en la monarquía francesa de Luis XVI, hacia la cual sentía un fuerte rechazo.

Escribir comentario

Comentarios: 0