El eterno hechizo de Remedios Varo

Isabel Castells

Si tuviera que elegir una palabra para definir a Remedios Varo, esta sería, sin ninguna duda, magia.


Ardientemente reivindicada por André Breton, quien se refirió a ella como “la maga del surrealismo”, Remedios es una de las más preclaras muestras de una consideración de la poesía (entendida por el surrealismo como actitud creativa total y no reducida a un medio concreto, ya sea la escritura, la pintura, la fotografía o la escultura) como proceso alquímico. Claramente imbuida por el esoterismo, la obra de Remedios se centra más en el proceso que en el resultado y se manifiesta con igual fuerza y sutileza tanto en sus ya muy conocidos cuadros como en su obra escrita. Por esta razón, tiene el mismo valor para nosotros un lienzo minuciosamente elaborado como un sueño redactado a toda prisa y sin la menor pretensión de ser publicado o un relato, generalmente humorístico, o una explicación a un cuadro, a menudo tanto o más interesante como lo pintado en él.

Nacida, pues, de su complejo y riquísimo mundo interior, la obra de Remedios presenta los múltiples rostros de una mujer lúdica y atormentada, tímida y amigable, minuciosa y espontánea. Una mujer fascinante para quien crear era sinónimo de vivir y para quien, a la vez, el reconocimiento era más bien una farragosa consecuencia de su fruición creativa: “Yo pensaba que para un creador lo importante es crear y que el devenir de su obra era cuestión secundaria y que fama, admiración, curiosidad de la gente, etcétera, eran más bien consecuencias inevitables que cosas deseadas”1, confesaba a su hermano en esta declaración que podría servir de ejemplo a los mercantilistas del arte que a menudo pueblan nuestros museos y librerías.


Remedios no realizó jamás su prodigiosa obra pensando en una posteridad cuya sola idea sin duda le incomodaba y podemos imaginar su irónica sonrisa al ver cómo sus pinturas, sus personajes y su fascinante universo están siendo ahora mismo tan admirados como manipulados, tan sacralizados como, en ocasiones, incomprendidos. El triste pleito por su herencia pictórica da muestra de ello y ahora podemos estar agradecidos de que muchos de sus cuadros permanezcan –esperemos que para siempre- en el Fondo Permanente del Museo de Arte Moderno de México, gracias a la generosa donación de Walter y Alexandra Gruen, a quien nunca podremos agradecer lo suficiente su gran empeño por mantener el legado de Remedios reunido y accesible para todos.


Pero dejemos que sea la propia Remedios quien nos hable a través de su obra.

Podemos imaginarla, por ejemplo, trabajando en su solitario estudio como este personaje de Ciencia oculta o el alquimista:

O creando una hermosa sinestesia entre naturaleza y arte en Música solar.

En estos dos ejemplos se muestra claramente la capacidad de Remedios a la hora de armonizar técnicas típicamente surrealistas como el fumageo la decalcomanía con una clara pretensión de presentarnos a unos personajes que nos transmiten historias.


Estas historias a veces tienen forma de fábula, como en la serie “Tríptico”, cuyas tres partes se corresponden con el conocido esquema planteamiento-nudo-desenlace del relato tradicional y que ella misma nos explica2:


1. "Hacia la torre": Las muchachas salen de su casa-colmenar para ir al trabajo. Están guardadas por los pájaros para que ninguna se pueda fugar. Tienen la mirada como hipnotizada. Llevan sus agujas de tejer como manubrio. Sólo la muchacha del primer término se resiste a la hipnosis.

2. "Bordando el manto terrestre": Bajo las órdenes del Gran Maestro, bordan el manto terrestre, mares, montañas y seres vivos. Sólo la muchacha ha tejido una trampa en la que se la ve junto con su bienamado.

3. "La huida". Como consecuencia de su trampa consigue fugarse con su amado y se encaminan en un vehículo especial, a través de un desierto, hacia una gruta.

En otras ocasiones, esta pretensión “narrativa” adquiere proporciones hilarantes, como en Locomoción capilar, divertida parodia de la novela policiaca, en la que vemos cómo se comete un secuestro y acuden a resolverlo unos simpáticos detectives a bordo de sus barbas:

También Remedios juega a parodiar a la literatura misma, burlándose en este caso del recurso de “el manuscrito encontrado” para ofrecernos esta estrambótica receta “para provocar sueños eróticos”:


ALGECIFARO BEN EL ABED: Recetas y consejos para ahuyentar los sueños inoportunos, el insomnio y los desiertos de arenas movedizas bajo la cama. Traducido del árabe por Felina Caprino-Mandrágora.


ALA ES ALA Y MAHOMA SU PR0FETA, sin embargo...

Es muy desagradable pasar toda la noche corriendo perseguido por un león, llegar,

¡por fin!, ante una puerta, buscar refugio tras ella y encontrar que hay un pozo profundo donde desearíamos caer (en brazos placento-maternales, desde luego) pero donde no caemos. Inesperadamente, volamos por encima, llegamos a una sala enorme con muchas puertas y, tras cada una de ellas, está el mismo león. La única huida es subiendo por el candil de cristal tallado, pero es imposible, porque precisamente del candil baja el cartero con un telegrama, anunciando el nacimiento de cuatro gemelos mauritanos en la cocina, etc., etc. ¡Ya saben ustedes lo que viene después!

Para evitar tales contrariedades, lo mejor es seguir los sencillos y sanos consejos que damos a continuación:

PARA PROVOCAR SUEÑOS EROTICOS


Ingredientes:

Un kilo de raíz fuerte

Tres gallinas blancas

Una cabeza de ajos

Cuatro kilos de miel

Un espejo

Dos hígados de ternera

Un ladrillo

Dos pinzas para ropa

Un corsé con ballenas

Dos bigotes postizos

Sombreros al gusto


Se despluman las gallinas, conservando cuidadosamente las plumas. Se ponen a hervir en dos litros de agua destilada o de lluvia sin sal y con la cabeza de ajos pelados y molidos. Se deja hervir a fuego lento. Mientras hierven las aves, colóquese la cama oriental de noroeste a sudeste y déjese reposar con la ventana abierta. Ciérrese la ventana media hora después y colóquese el ladrillo rojo bajo la pata izquierda de la cabecera de la cama, que debe estar al noroeste. Déjese reposar. Mientras reposa la cama, rállese directamente sobre el caldo la raíz fuerte, teniendo cuidado de que las manos estén constantemente impregnadas por el vapor. Revuélvase y déjese hervir. Se toman los cuatro kilos de miel y se extienden con una espátula sobre las sábanas de la cama. Tómense las plumas de las gallinas y espárzanse sobre las sábanas embadurnadas de miel. Tiéndase la cama con cuidado.

No es indispensable que las plumas sean blancas, pueden también usarse de color, pero hay que evitar las llamadas gallinas de Guinea, pues éstas producen a veces un estado ninfomaniaco de larga duración o graves casos de priapismo. Póngase el corsé bastante apretado. Siéntese ante el espejo, afloje su tensión nerviosa, sonríase, pruébese los bigotes y los sombreros según sus gustos (tricornio, napoleónico, capelo cardenalicio, cofia con encajes, boina vasca, etc.) Ponga en un platito las dos pinzas para ropa y déjelo junto a la cama. Entíbiense al baño María los hígados de ternera, teniendo mucho cuidado de que no lleguen a hervir. Colóquense los hígados tibios en lugar de la almohada (en casos de masoquismo) o en ambos lados de la cama, al alcance de las manos (en casos de sadismo). A partir de ese momento, todo debe terminar de hacerse a gran velocidad, para impedir que los hígados se enfríen. Corra y vierta velozmente el caldo (que debe estar muy reducido) en una taza. Regrese con ella apresuradamente ante el espejo, sonría, beba un sorbo de caldo, pruébese un bigote, beba otro sorbo, pruébese un sombrero, beba, pruébese todo, tome sorbitos entre prueba y prueba y hágalo todo tan velozmente como sea capaz. Ya ingerido el caldo, corra a la cama, acuéstese entre las sábanas preparadas, tome rápidamente las pinzas para la ropa e introduzca en cada una de ellas el dedo pulgar del pie. Estas pinzas deben conservarse toda la noche y colocarse en un ángulo de 45 en relación con el dedo, oprimiendo firmemente la uña.

Esta sencilla receta da siempre buenos resultados y las personas normales pueden ir placenteramente del beso a la estrangulación, de la violación al incesto, etc., etc. Las recetas para casos más complicados, como son los de necrofilia, autofagia, tauromaquia, alpinismo y otros, se encuentran en un volumen especial de nuestra colección: “Consejos discretamente sanos”.


Y a veces es ella misma quien secretamente vierte en sus escritos el resultado de una angustiosa actividad onírica, como en este bello sueño en el que se mezclan motivos alquímicos con la defensa surrealista del amour fou:


Yo había descubierto un importantísimo secreto, algo así como una parte de la "verdad absoluta". No sé cómo, pero personas poderosas y autoridades gobernantes se enteraron de que yo poseía ese secreto y lo consideraron peligrosísimo para la sociedad, pues, de ser conocido por todo el mundo, toda la estructura social funcionando actualmente se vendría abajo. Entonces, me capturaron y me condenaron a muerte. El verdugo me llevó a un lugar que parecía como la muralla de una ciudad. De cada lado de la muralla, bajaba una pendiente muy inclinada de tierra.

El verdugo parecía muy satisfecho. Yo sentía un miedo y una angustia muy grandes. Cuando vi que ya se disponía a decapitarme, empecé a llorar y a suplicarle que no me matase, que todavía era pronto para morir y que reflexionase en que yo tenía todavía por delante muchos años de vida. Entonces, el verdugo empezó a reírse y a burlarse de mí. Me dijo: ¿por qué tienes miedo a la muerte si sabes tanto? Teniendo tanta sabiduría, no deberías temer a la muerte". Entonces, me di cuenta de repente que lo que él decía era cierto y que mi horror no era tanto hacia la muerte, sino por haber olvidado hacer algo de suma importancia antes de morir. Le supliqué que me concediese todavía unos momentos más de vida para hacer algo que me permitiese morir tranquila. Le expliqué que yo amaba a alguien y que necesitaba tejer sus "destinos" con los míos, pues, una vez hecho este tejimiento, quedaríamos unidos para la eternidad. El verdugo pareció encontrar muy razonable mi petición y me concedió unos diez minutos más de vida. Entonces, yo procedí rápidamente y tejí a mi alrededor (a la manera como van tejidos los cestos y canastos) una especie de jaula de la forma de un huevo enorme (cuatro o cinco veces mayor que yo). El material con que lo tejí eran como cintas que se materializaban en mis manos y que, sin ver de dónde venían, yo sabía que eran su substancia y la mía. Cuando acabé de tejer esa especie de huevo, me sentí tranquila, pero seguía llorando. Entonces, le dije al verdugo que ya podía matarme, porque el hombre que yo quería estaba tejido conmigo para toda la eternidad.


Con este sueño escrito, Remedios parece haberse instalado para siempre en este “Tejido espacio-tiempo”, situado en un limbo surreal donde la triple consigna libertad-amor-poesía nos deslumbra con fulgor imperecedero:

Y es justamente en este tejido, el mismo que habitan los hijos del limo, el lugar en el que Remedios merece ser siempre reivindicada y recordada.


Notas

1 “Carta I. A Gerardo Lizárraga”, en Remedios Varo, Cartas, sueños y otros textos, ed. de Isabel Castells, México, Era, 1997, pág. 69. Todos los textos de Remedios reproducidos a continuación proceden de esta misma edición.

2 Las explicaciones de Remedios a sus cuadros, que enviaba puntualmente a su hermano, se encuentran reproducidas en el Catálogo Razonado de toda su obra, editado por Walter Gruen y Ricardo Ovalle, México, Era, 1999. Todas las referencias a estas explicaciones se encuentran en esta edición.

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Comentarios: 2
  • #1

    Roberto (lunes, 17 noviembre 2014 18:16)

    El ensayo es excelente.

  • #2

    Flo Griffie (viernes, 03 febrero 2017 20:47)


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