Residencia en la Tierra

Ayoze Suárez

Había de llegar Eduardo Westerdahl con la globalización enredada entre las sienes a su vuelta de Europa. Gaceta de Arte, la revista cultural por excelencia de Canarias publicada en los años treinta, de la que fue fundador y director, así lo demuestra; colaboraciones de Le Corbussier, Picasso, André Breton, Gertrude Stein, Tristan Tzara, Paul Eluard o Alberto Sartoris enriquecían una publicación a la que acabarían suscribiéndose artistas y galerías de reconocimiento nacional y europeo, salvando de esta manera el aislamiento geográfico de las Islas.

La gran afluencia de artistas extranjeros al archipiélago lleva a Westerdahl en 1933 a plantearse una idea que le acompañaría prácticamente el resto de su vida, y sobre la que se posicionaría el bloque de redactores de Gaceta de Arte en uno de sus últimos números hacia el año 1935 donde: se propugna el establecimiento en Tenerife de una residencia de invierno para intelectuales europeos. Cabe destacar la fecha del posicionamiento a tal fin, ya que ese mismo año, madurándose al sol en una terraza de un hotel del Puerto de la Cruz como indica Domingo Pérez Minik en su obra Entrada y salida de viajeros se reúnen el pintor Carlos Drerup, la señora de Drerup, Eduardo Westerdahl y redactores de Gaceta de Arte con un visitante del todo inusual, Bertrand Russell, quien informado entre otros asuntos sobre la intención de crear esta residencia no duda en afirmar que sería ciertamente un interesante proyecto. Vale la pena trabajar en esta dirección, para hacer aquí, en esta bella isla, un lugar de reposo para la inteligencia europea. Una fina manera de incorporar las islas al mundo, a la literatura y al arte. No puedo precisar la magnífica resonancia que tendría todo esto.

 

Sartoris; conocedor de las residencias bajo el mecenazo de Hélène de Mandrot como la Maison des artistes de la Sarraz, Suiza, y su “anexo especializado” la Maison de la sculpture, encargado a le Corbusier en 1931 en Le Pradet, Francia. Junto a las palabras del a posteriori Premio Nobel de Literatura, Bertrand Russell, impulsan definitivamente la idea que acabará siendo denominada como Residencia Canaria de Cultura Internacional.

 

En cualquier caso, el valor del mecenazgo ya estaba siendo comprobado en lugares tan alejados como la Costa Azul, desde donde llegaría para su proyección relativamente fallida en la Exposición Surrealista de Tenerife en 1935, de manos de Breton y Peret, la cinta “L´âge d´or” de Luis Buñuel. Rodada en la propia villa de los Noailles. Mecenas que a su vez darían asilo y apoyo económico a artistas de la talla de Dalí, Man Ray, Giacometti, Cocteau... y que llevó a Charles y Marie-Laure Noailles a poseer una colección de obras entre las que destacaban otros nombres como Chagall, Braque, Gris, Léger, Derain, Chirico, Picasso, Miró, Tanguy o Ernst.

 

En 1953, fruto de su buena relación con Westerdahl, desembarca en Tenerife, aunque no por primera vez, el arquitecto ítalo-suizo junto a su mujer Carla Prina aceptando una invitación del entonces alcalde del Puerto de la Cruz y presidente del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, Isidoro Luz Cárpenter. Es en ese momento ya en la isla donde realiza el primer diseño de la Residencia internacional para artistas e intelectuales, que fue presentado a la Corporación Municipal en septiembre del mismo año, proyecto que se perfeccionaría en los años 1954 y 1955, trabajando Sartoris sobre terrenos propuestos por el alcalde en las cercanías del Hotel Taoro, organizando el edificio en distintos bloques que se despliegan por el terreno a diferentes niveles, para dar lugar al diseño definitivo de 1964. Sin embargo, y a pesar de que el proyecto es favorablemente acogido, debe ser congelado hasta 1958, año en que Isidoro Luz, esta vez como consejero del Cabildo Insular de Tenerife, intenta recabar el apoyo necesario para los diseños del arquitecto, algo que no consigue hasta que accede a la presidencia del Cabildo de Tenerife. Así en 1964 se firma el que parecía iba a ser el acuerdo definitivo para patrocinar la construcción y posterior funcionamiento del conjunto denominado Residencia Canaria de Cultura Internacional, dedicado a fines culturales y de intercambio entre países de Europa y América...Sin embargo, las condiciones socio-económicas de la sociedad canaria de la época, el cambio en la Presidencia del Cabildo y necesidades de infraestructuras de comunicación de mayor urgencia, paralizan el proyecto apenas iniciado, sin que llegue siquiera a constituirse un patronato con personalidad jurídica propia entre los organismos, personas e instituciones privadas y oficiales interesados en esta iniciativa, según el punto uno del acuerdo signado en 1964. Estériles quedan los esfuerzos ulteriores de Sartoris y Westerdahl de reconducir esta situación. De hecho, el propio arquitecto presenta el mismo dossier sobre el año 1970 en Turquía, bajo el nombre de Ensemble résidentiel de culture internationale et d´etude de l´art turc. Pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión, como diría Michael Ende.

 

Desempolvando la historia a ochenta años del acuerdo firmado en el Cabildo y dando un paseo por el emplazamiento donde debería haberse edificado la Residencia encontramos; un Hotel Taoro sin uso práctico salvo el propio casino que nos recuerda que el edificio sigue en pie, y una zona de casi 10000 metros cuadrados dedicada a jardines y espacios naturales, que coinciden casi plenamente con los terrenos de trabajo planteados por la corporación municipal a Alberto Sartoris como lugar exacto para la futura construcción de la Residencia, algo incompatible del todo punto con la legislación urbanística. Si esto fue un error del funcionario o una extraña suerte de broma del destino, nunca lo sabremos.

 

Sin embargo, el valor y la vigencia de la idea de la propia Residencia sigue manteniendo intacto su valor, tal vez porque las ideas humanistas afloran en mayor medida en tiempos de crisis, tal vez por eso el Renacimiento, y quizás por ello la intención de reactivar este proyecto. Un centro creativo de alto rendimiento que no divida las artes y las ciencias, que no dirima entre las dos culturas sino al contrario, que unifique y promueva la multidisciplinariedad, el estudio, el ocio cultural, la actitud crítica frente al arte y el desarrollo y la innovación de la ciencia; que pueda observar el universo desde el punto de vista matemático y también desde el filosófico y poético. La globalización, pero no la económica sino la humana, la intelectual, la necesaria. En definitiva, como entendería Schopenhauer, y como nos recuerda la última de obra Milán Kundera, La fiesta de la insignificancia; el mundo se basa en voluntad y representación, interpretando “a voluntad” el pensamiento del filósofo en esta ocasión, la representación que tenemos del mundo y la voluntad de mantener la misma o hacer que cambie. Al fin y al cabo, y haciendo nuestra una cita de Mark Twain, un hombre con una idea nueva es un loco hasta que la idea triunfa.

Portada del dossier presentado en Turquía hacia 1970, idéntico al dossier de 1964 presentado en Tenerife.
Portada del dossier presentado en Turquía hacia 1970, idéntico al dossier de 1964 presentado en Tenerife.
Diseño de la residencia. Dossier de 1964.
Diseño de la residencia. Dossier de 1964.
Plano de situación de la parcela en Parque Tahoro, Puerto de la Cruz, destinada a la Residencia Canaria de Cultura Internacional.
Plano de situación de la parcela en Parque Tahoro, Puerto de la Cruz, destinada a la Residencia Canaria de Cultura Internacional.

Ayoze Suárez

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