Antología Mínima. Eugenio Padorno (II)

Eugenio Padorno. Selección de Iván Cabrera Cartaya

A cada vuelta del camino...

 

A cada vuelta del camino, abajo, siempre el mar, que entró en los ojos como brasas huidas de su círculo fúlgido; y no sé con qué estaba traficando el espíritu, mas desmedida era la ganancia del sentido de cosas no visibles: tan sobrado de luz, alcancé la colina, y otras islas enfrente, desde lo transreal adelantadas, iban apareciendo en un acortamiento de lo ignoto.

        Presto el hatillo de fuego en la caña flexible, ¿qué o quién —de la naturaleza adivinado—, me hablaba al pensamiento —como el celaje calladamente al árbol, como el sendero al perro vagabundo— en medio de una frase igual a un laberinto?

         Un lagarto escapó entre retamas agitadas y recordé —¿hay un destino injusto?— la queja que se envuelve en el corazón sin encontrar salida.
          Allí lo que a nuestra orfandad queda y basta:
          el calvero, y la piedra en que ha de sentarse el pastor bajo las luminarias, como dijo el poeta,
          y el molino hecho de las palabras del estar aquí, ser aquí, haber comprendido desde aquí. Donde la rosa es también la rosa.

 

 

(de Paseo antes de la tormenta (1996))


Palabras que se hacen de una hora nocturna,

  bajo otra cúpula de silencio ardentísimo

 

Dormitaba en el balancín de un sueño,

Asido y desasido

Entre los mundos de ser y no ser,

En un balcón colgante

sobre los arrecifes

 

 Inmóviles, arriba

(Y en el fondo del ojo),

Precipitadas desde

El umbral del tiempo,

Vi dispersas las frías,

Mudas brasas de la cohetería

De estrellas que embrujó

a Palinuro.

 

        La luz de un mercurial

rayo de luna, como

La aguja de un gramófono,

Recorría los negros

círculos  de la placa

Del mar,

Que contuvo hacia adentro

La voz de bajo

Del solemne oleaje.

Entonces yo también

Era joven y un dios

Acaso pudo sobre mí

Reclinarse con fingida torpeza,

Oh bogadores,

Y adentrarme en la foz

De un incierto lindero,

Sin que sepa ahora

A qué lado se ha hecho mi destino

 

 

(de Cuaderno de apuntes y esbozos poéticos del destemplado Palinuro atlántico, 2005)


El canto que aguarda

 

(dentro del silencio)

EN la noche de un antiguo verano,
En la ventana, la piel enrojecida
Por el sol que horas antes recibiera
En exceso, ante el desplegado coro
De los grillos, me hallé probando,
Con la perseverancia
Y fe de juventud,
La existencia de un poetizar puro.

Con un ritmo que se mide
Y se pesa en la boca,
Di continuos paseos hasta la mesa
Rústica, con papeles
Dispersos donde anotar
Cifras de una oscura ganancia,
Por volver enseguida
A aquel rectángulo de luz,
Horadado entre muros
Sombrosos sobre el mar…

Abiertos los sentidos,
Miraba de nuevo hacia lo alto:
Creía arrancar a la mudez de las estrellas
Enigmas susurrados por la carne habladora.

*

Conversación interrumpida

(en el paseo a medianoche)

BAJAMOS en la noche ardorosa de agosto
Hasta donde la lámina del mar acaba
En apenas un leve chapoteo.

Y el crepitar de un pabilo de claros
Sonidos interiores
Era la sola luz
En nuestro caminar hacia lo oscuro.

El poderoso agosto se extinguía
Sin tener la respuesta
Que nos estaba reclamando,
Pues desconocíamos la pregunta
Con que nos angustiaba.

¿Qué cosas semejan las estrellas, dije,
Sino las esparcidas brasas del horno
En que aún nos cocemos? Si se abrieran ahora
Las puertas de la noche,
Nos quebraría el helor del silencio.

Entonces fue cuando agitó las sombras
Un pájaro más leve que una idea:
Le vimos, entre lo que retorna,
Picotear filamentos de algas,
Fugaces y minúsculos fulgores
Minerales, y recorrer huraño
El borde de la espuma
Como el cierre que engrana
En un todo lo que asciende y gravita,

Y luego dejarnos el asombro como un resto
Inservible,
                  sobrevolar
Las negras aguas bajas, adentrarse
Veloz hacia la hura.

 

 

(de La echazón (2010))


POSTALES

 

COMO aquel que bien poco hubiera pisado tierra firme

entre el canto del gallo y el cobertor de las estrellas:

 

en el viento que empuja hacia lo que se cree ver

o recordar de un pasado aún por ocurrir,

 

mientras un dios susurra

escríbelo en un libro.

 

Pero apenas conozco los matices entre las estaciones,

que ajustan el clima y el espíritu,

 

y aunque sé del reposo en el vientre de aeronaves y

barcos (inclinado en las letras con que mi sombra se

fundía), creo que nunca viajé sino hasta allí,

 

entrando y saliendo

de un lugar que nunca era un lugar, o solo del retiemblo

de una frase que dejara en la ola o la nube olor a

heno segado.

 

   Y otra vez el impulso y lo estantío de la estación.

 

¿Qué otra cosa podrían ser sino lo que parecen? Postales,

breves anotaciones que hubiera a mí mismo enviado, como

probablemente te habrán dicho. Quédate las que quieras.

 

Hasta luego y abrazos.

 

 

 

(de Hocus pocus (2015))

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